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Nicole Soto Jara

Las tres hojas del árbol 

 

     Tres hojas caen del árbol, cada una con tres gotas de agua en su interior.  Está  lloviendo,  el viento huracanado azota las copas de los árboles y estas se agitan como si fueran  plumas en la brisa de la mañana.  El sol se escondió  y bajo él siempre  suelo dormir yo.

-No temas mi lechuza  que yo ahorita me iré –  Dijo la nube gris.

 

    La miro, la trato de ver, pero no la encuentro, hay una cortina de agua que me impide ver más allá. Es la misma que comienza a filtrarse por los árboles, que me moja con su rocío interminable. Esta fría y  me golpea con demasiada frecuencia, tanto que me estoy mareando.

 

-No temas mi lechuza que ya parare.-  Repitió la nube gris.

 

    ¿Por qué oigo que me hablan? No hay nadie aparte de mí en este árbol hueco, ¿Acaso eres tú árbol? Me consuelas y  yo solo te ignoro.

 

-Lo siento, es que este repiquetear me tiene mareado, si tan solo parase…- suspiré  sin fuerzas.

 

-No temas  mi lechuza que ya casi terminará.-  Consoló la nube gris.

 

    La negrura era inmensa,  los rayos atronadores,  y aun así el silencio persistía,  tres hojas me caen en la cara, cada una con tres gotas de agua,  quisiera moverme y quitármelas, para ver la nube que trastorna mis  sueños, para ver al sol que me  cobija  con ellos.  Pero no puedo, mi pata se atoró en el árbol hueco y por más que intento no logro zafarme  de él.

 

-No temas mi lechuza que yo solo un rato más estaré. -   Cantó la nube gris.

 

    Estiro mi pequeño cuerpo comparado con el del árbol, estiro mi cuello hasta donde puedo,  pero no es suficiente,   el agua sigue cayendo y cayendo como música sorda a mí alrededor, empozándose junto a mi pata, enredándose en mis plumas y acariciando mi cara. 

 

-No temas mi lechuza que yo para ti aquí estaré.- Me susurró la nube gris.

 

    Quiero ver el cielo, quiero salir del árbol hueco,  volver a ver la luna y despedirme de los campos verdes, soñar junto al sol y ver llover estrellas.  Pero no puedo, mi pata sigue atorada  y mis plumas mojadas. Y yo desde aquí solo veo la lluvia caer, como una fina capa de agua que me nubla la vista y se apodera de mí.

 

-No temas mi lechuza que yo siempre te amaré. – Confesó la nube gris.

 

    Te escucho mi cielo bello, te escucho y me da pavor. Pobre de ti y tu amor, que no es más que solo una figura vana,  ¿Qué amor es ese que se mezcla con el dolor y desgarra el corazón? ¿Qué sentido tiene amarme cuando solo le causas  desgracia a mi pobre vida? Pobre de ti mi bella nube.  Aunque nunca te haya visto, y aunque es probable que nunca te vuelva a ver, mi amor por ti no será correspondido.

 

    El agua siguió cayendo, sonando como música sin coro ni canción, desafinando en cada si y en cada do. Pero yo ya no la escuchaba, estaba  mareado  por la fría agua, y molesto con mi pata.  El agua siguió llegando y acompañándome en mi dolor, mientras  digo: la nube gris llego y bajo ella  siempre dormiré yo.

 

    Tres hojas  del árbol hueco cayeron sobre su cara, cada una con tres gotas de agua, la nube las miraba mientras lloraba,  la muerte de su amado no correspondido.

 

-No temas mi lechuza que yo nunca lo quise hacer, pues basta más que una única nube en el cielo para inundar tu árbol hueco.  Y aunque hubiera bastado con migo, igual no sabría como parar de llover. Pero no temas mi linda lechuza  que yo igual te recordare…

© 2014, taller de poesia
 

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