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DICCIONARIO

 

Para Pablo, 

en la deconstrucción

de su libro

 

El joven dragón encuentra una palabra. En una pesa mide su origen, desglosa sus atributos. El joven dragón habita un barco sin noche, no conoce la luna, una astilla de mármol le punza los ojos. El joven dragón se venda con una lágrima de sangre que lo condena al insomnio; en su vigilia navega los ríos que confluyen en una puerta sin fin. El joven dragón carga su voz en el lomo de los lirios que duermen aunque abrace el mediodía. Cuenta la palabra una y otra vez, la escribe, la borra, es perpetua pero fallece en su aliento. El joven dragón es las miles de lenguas que construyeron otra Babel en la isla de sus ancestros desterrados.

Aprendiz de niña

 

El libro entre sus dedos es un cielo sin germinar. Nubes que avanzan lentas, como el tren cuando alguien espera en la estación. No sabe leer. Pasa las páginas como algodones en su cáliz, vagones secretos sin ruido ni horizonte. Sus dedos en el libro dejan escapar historias de otros. No está escrito su propio devenir, el día que rompió las aguas de un pozo subterráneo. El libro entre sus manos pequeñas. No es la crónica de un templo cubierto de alas cuyo vuelo se opone para reposar en otras cornisas. El funeral de una paloma abierta y sin pico, olvidada por las hormigas y los gusanos. Por las moscas. Pero el viento presagia el olor para decir muerte.

VÉRTIGO

 

Con mi saliva sin lengua trago moluscos, cefalópodos de otros mares violentos, que ya no giran en mi plexo solar; luz de alabastro hecho polvo como la nieve que prende en llamas el jardín mientras equus me huele desnuda y copula en mi lomo. Yo, mujer decapitada y sin senos con un molusco agitado entre las piernas. Es un témpano lo que queda de mi cabello. Frente a la lágrima huérfana soy una esfera vacía de la eternidad sin cuerpo. Trago mi saliva entonces para ser de nuevo alarido seco, y otro.

 

Ejercicio 3

© 2014, taller de poesia
 

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