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Algunos amigos nos hemos reunido a compartir poemas.   Es tarde de sábado.  Una mesa dentro de la cochera claustrofóbica de un Café Galería, aperitivos, cerveza, café. La conversación siempre es agradable. Se gira en torno a autores, libros, estilos, editoriales y los correspondientes chismes del mundillo poético. 


Pero hoy la tarde nos genera una expectativa diferente. Hemos pactado una entrevista con Angélica Murillo y la esperamos con el entusiasmo que provoca asomarse a las puertas de la mente de una poeta con espuela. 

Con tres poemarios publicados, a saber, Variaciones en torno a la trayectoria de una hormiga, Sobre el amor filial -y otras desviaciones-  y  Circomística, Angélica Murillo es una poeta con un gran acervo cultural que se refleja en su poesía, pero que la vez sabe construir, astutamente, un estilo poético que dispara al alma, sin recrearse en las anquilosadas metáforas y simbologías de lenguajes del pasado, ni se deja caer en el facilismo simplón y reaccionario de las nuevas y juveniles vertientes. 

Angélica ha venido a nosotros.  Decidimos acondicionar una de las salas del Café, para estar tranquilos en nuestra conversación. Afable y relajada, nos regala sus primeras risas y bromas.  

¿Angélica, cómo nace tu interés por la literatura y particularmente por la poesía.?  

R.  Yo creo que tiene mucho que ver mi abuela paterna, ella es maestra pensionada. Es una persona que siempre ha estado enamorada de la literatura, del conocimiento y de la poesía.  Ella recitaba de memoria poemas de Darío y otras cosas más populares, como retahílas.  Creo que ahí nace el interés.  Posteriormente en la escuela, uno empieza a tener más contacto con la poesía escrita, porque aquella otra era un acercamiento más oral y musical incluso.  Creo que ahí inicia el interés. Pero no puedo desligarlo de la lectura,  porque conforme lees te enamoras más.  

¿Cuando empiezas a escribir sus primeros poemas  ¿quiénes eran tus referentes?

R.  El primer referente para mí es mi abuela y la poesía de Darío. 

Angélica sonríe y recuerda en voz alta:

R.“Margarita está linda la mar,  y el viento,  lleva esencia sutil de azahar, yo siento en el alma una alondra cantar; tu acento…”

 

Era eso.  Esa musicalidad a mí me atrapó y me parecía maravillosa, lindísima. Es difícil volver al pasado porque uno “ficciona” muchas cosas y trata de hacerlas más adornadas o bonitas. 

El pasado no es como es, sino como uno lo recuerda. 

R. Exactamente.  La memoria es selectiva y además le agregas las emociones del momento, porque es sumamente difícil de revivir como lo viviste en aquel momento. Le agregas la emoción de tu yo adulto a algo que viviste de niño.

 

Pero para mí la palabra era magia:  cómo se puede hacer eso con palabras. Qué lindo que suenan las palabras, qué hermosas que son las palabras. Yo creo que de ahí proviene. 

Fue Darío.  Luego vendrían los poetas del siglo de oro.  Lo más tradicional en ese momento. Lo que la gente más tenía presente, las personas a mi alrededor.  Los maestros no te enseñaban nada de poesía contemporánea.  Era difícil que un maestro se sintiera atraído hacia eso, incluso los programas no lo permitían.  

Yo escribía intentos de poemas, desde que nos dejaron una asignación en primer grado.  Era sobre hacer un poema y un cuento.  Me di cuenta que yo podía inventar algo, aunque tenía cosas de “Los pollitos dicen” y el soldadito de plomo… era un sincretismo atroz (Ríe).  Pero la poesía viene desde muy chica.  

Después mi abuela me prestó unas enciclopedias donde venían poesías, sobre todo en el primer volumen. Poesías de Quevedo, del siglo de oro, poemas de Cervantes,  de Garcilaso de la Vega.  Era de los años cincuenta, pero yo la estaba leyendo en el 83.  Esa enciclopedia era una maravilla.  A mí me gustaba leer de todo.  Había una parte sobre el universo.  Es increíble ver como se especulaba sobre Venus y la posibilidad de que hubiera animales gigantescos.  

Yo creo que no  solo en la poesía hay poesía. Todo es como una telaraña o como un montón de raíces unidas; como árboles.  La literatura para mí es como árboles y esas raíces están unidas entre sí y se alimentan todas de la misma fuente. 

A nuestro taller a veces llega gente con una formación muy científica.  Les ha dado a los físicos, a los químicos, a los abogados, meterse a hacer poesía, pero quieren hacer poesía desde su lenguaje técnico. Pero eso es muy rígido.  Por eso los ponemos a leer los libros de apuntes de Darwin, que están llenos de poesía.  

Es que la poesía no es solo un texto. Es el hecho poético que encontramos en la cotidianidad y que el poeta logra descubrir y trasmitir con las palabras. 

R. Me parece muy acertado. Hay que ver también que cada texto le habla al lector de una manera distinta.  La maravilla de las palabras es que ellas te lleven a otras palabras. Que a esas palabras le agregas tu mundo, el de tu entorno. 

Pero a vos, ¿qué te hace escribir un poema? 

 

R. Esa pregunta al inicio uno no se la hace. No se pregunta por qué.  Simplemente lo hace. Luego uno se lo pregunta.   Yo siento que es un impulso. Todos los artistas en general, tienen una sensibilidad.  Todos los seres humanos lo tienen, pero quizá estamos blindados contra esa sensibilidad. El querer entender el mundo solo con la razón, nos hace blindarnos contra las emociones.  El ser humano es un ser de emociones, principalmente. Esa lucha entre razón y emoción hace que nos insensibilicemos. Cuando ponés la razón sobre el corazón te encerrás, como una caja fuerte.  En la medida en que vos estés abierto a tus emociones, captás todo lo que vivís, lo que viven otras personas, es como un disparador.  Igual si lees captas, porque tus sentidos están abiertos.  Entonces ¿qué hacés con eso? No te lo podés guardar.  Empieza una especie de alquimia y tenés que escribirla.  Tenés que darle vida, construir o reconstruir algo a partir de eso, un poema, una pintura, baile o cortarle el cabello a alguien (ríe).  Necesitas darle un vehículo a esa energía, a esas emociones que te llegan. 

Hay algo que pasa por ahí, por las emociones, por el diálogo con las cosas, los entornos.  Pero hay otra parte.  Sé que eres una lectora frenética desde niña.  A las palabras hay que tenerles cariño y respeto.  Una palabra en sí misma es un mundo.

 

¿Cómo es tu trato con las palabras? ¿cómo las escogés? 

R. Así es.  Igual que a un escultor le habla la piedra, a los escritores nos hablan las palabras e incluso las letras. A mí me gusta mucho la concepción que lo hebreos tienen de su escritura. Para ellos la escritura es sagrada.  Ahí está Dios, en las palabras.  Hay un latinismo que dice: “en cada partícula está el todo”.  Cada micro mundo contiene el mundo en sí.  Entonces, yo de repente encuentro una palabra y esa palabra me genera un montón de emociones y me lleva a otras palabras; se empieza a hacer una cadena. Ahora, las asociaciones que provienen de ahí son lo que puede hacer a un poema más completo. Es como si el mundo estuviera fraccionado y dividido. Pero usted cuando hace un poema, reconstruye el mundo.  El mundo está ahí completo nuevamente, no le hace falta nada ni le sobra nada.  Hay poemas que no se dejan arreglar o corregir.  Están tan encerrados en sí mismos que si los tocas, haces otra cosa.  

Entonces ¿no sueles trabajar mucho el poema? 

 

R. Sí, pero más que trabajarlo es encontrar cuáles palabras exactamente son las que mejor representan lo que quiero decir, o que puedan trasmitir lo que estoy sintiendo en ese momento. 

Es una arquitectura muy fina la tuya.  Trabajas desde la unidad, desde la palabra. 

R. A veces escuchás las palabras y cuando estás escribiendo, en tu mente o en tu corazón el poema va más adelante. Vos te apresurás para no perderlo.  Pero luego podés decir, no era esto, o no es exactamente eso, necesito otra palabra, porque esto no me remite ni semánticamente, ni simbólicamente, ni emocionalmente, a lo que yo quiero expresar. 

Los que te han leído dicen que tu universo es basto.  Dice Selene Fallas que giran entre la ciencia y el mito, el silencio y la palabra, la filosofía y la poesía, la historia y el relato, el sueño y la vigilia.  Además hay elementos muy culturalistas y hay una búsqueda para recuperar historia, por lo menos en el primer libro que publicaste pero es el último que escribiste ¿es así? 

R. Hay tres libros publicados.  El primero que publiqué fue el último que escribí.  Para mí es una trilogía.  Para mi esos tres libros son un círculo.  

Uno nace de un proceso personal muy dramático; de preguntarle a Dios, qué es este circo, por qué y para qué estamos aquí.  Entonces proviene de una pérdida de sentido de la existencia.  En el otro es con la familia.  Y el otro es el de la historia, que es construido más a nivel ideológico.  Vamos de algo muy abstracto o espiritual a cuestiones más concretas.  

Entonces el primero es  un reclamo a Dios, el segundo un reclamo a la familia y el tercero es un reclamo a lo que nos han vendido como historia, a lo que vale la pena recordar y a lo que hemos olvidado. Hay ficción ahí, por eso tienen fechas y nombres.  Hay acontecimientos que aunque sea mitológicamente, están registrados. Es una reconstrucción de lo que pudo haber sucedido en “x” momento. 

Por ejemplo, a quién le importa cuándo llega el té a Japón, qué pasó ahí.  Una persona que lleva las hojas de té a una emperatriz.  Qué importancia histórica tiene eso. Pero para mí ese gesto cotidiano es más valioso que otras cosas más grandes, como la construcción de las pirámides. 

 

Usted también es Comunicadora Social:   ¿Cómo entiende la comunicación dentro de la poesía? ¿Es la poesía un acto de comunicación? ¿Está hecha para comunicar o sugerir? 

R. Quizá esto suene controversial, pero para mí la comunicación es una utopía. Partimos de una base mínima para comprendernos, pero comunicarnos completamente es utópico.  Yo no busco comunicar en el sentido de que la gente entienda un poema. A mi gusta que la gente sienta.  Cuando yo escribo me recuerdo como lectora.  Mi pretensión no es que la gente me entienda, si no que se le despierte algo, una emoción. No puede pretenderse que un poema lo entiendan todos por igual. Para mí no sería un poema. Sería un comunicado, un panfleto.  Porque le estamos quitando la mayor cantidad de significados posibles. Aun haciendo eso, no existe completamente la comunicación. 

 

Si bien hay quién ha calificado a tu poesía como culturalista, lo que debemos es buscar sentirla más con la emoción que con la razón. 

 

Exactamente. Yo pongo referencias culturales por que salen espontáneamente.  Tampoco es en todos los poemas.  Es algo aledaño.  Es un daño colateral. 

R. (Ríe) Me imagino que eso tiene más que ver con el primer libro, que fue el último que escribí de esa trilogía, que tiene referencias de fechas y lugares. Lo hice porque está basado en el mito del eterno retorno, de la espiral.  Si vemos en el libro, las fechas empiezan, si mal no recuerdo, de una fecha anterior hacia adelante. Luego retrocede nuevamente y luego hacia adelante.  Luego retrocede de nuevo y otra vez hacia adelante.  Hay una espiral.  Esto está basado en la teoría del eterno retorno. Es por eso. 

Del año 1995 al 2005 hubo una proliferación de poetas que vienen de la Escuela de Comunicación.   Pero tienden a hacer una poesía de lo cotidiano renunciando a la metáfora, al símbolo, y presentan la realidad tal y cual. Pero yo diría que eso más que poesía es periodismo.  También es parte de una contra reacción al trascendentalismo. 

R. En mi caso hay una intención, muy reflexionada.  Cuando yo me percato de eso, creo que la cosa no estaba ni en un extremo ni en el otro. Se trata de encontrar el centro, el equilibrio. Que no empalague, pero tampoco abandonar la poesía per sé para hacer otra cosa.  Creo que la clave está en el centro. 

Lo que pasa es que cuando reaccionas contra algo, te vas al otro extremo. Pero tu poesía está en un punto intermedio ¿Entonces esto ha sido algo buscado?

R. Exactamente.  Aunque más que buscado es porque ya es parte de uno.  A mí antes me parecía mal, pero ahora me parece bien que haya un extremo y otro. Sin la derecha, no existe la izquierda, ni viceversa.  Hay dos referentes. Pero yo no me siento cómoda ni en uno ni en otro. Yo trato de unir esos dos extremos. La metáfora a mí me encanta, pero también hay que buscar la forma en la que no sea críptica. Más que comunicar es hacer que esa metáfora genere, que las palabras generen cosas en los demás. 

¿Identificas momentos de ruptura en la poesía costarricense en los últimos cincuenta años? 

R. Yo no soy una gran conocedora de la poesía costarricense.  No tengo un panorama tan amplio como para poder identificar eso.  Por ejemplo puedo mencionarte el caso de Eunice Odio, que la amo.  Ella trasciende las fronteras, no me importa si es de Costa Rica, o de otro país.  

 

Identifico ciertos poetas que lo han hecho de forma aislada, no siento que las rupturas hayan sido grupales, como en las vanguardias europeas.  Creo que acá ha habido rupturas pero han sido muy individuales. Te las encuentras dispersas en los libros, por acá y por allá. Pero no lo vemos con tanta fuerza como en otros países.  Creo que sí las hay, pero son voces muy aisladas. 

Y esta tendencia de los años 90 hacia acá, de hablar con un lenguaje coloquial, más directo, más llano, lo identificas como una ruptura. 
 
R. No a nivel latinoamericano.  Quizá a nivel de nuestro país, porque no había más voces trabajando esa línea, como lo hacía Luis Chaves.   Recordemos que Luis Chaves viene de una tradición latinoamericana que en su momento fue vanguardia. Como decía Octavio Paz, toda vanguardia se convierte en tradición.  

 

Cumplir con ese sueño de la creación, es casi una utopía.  Hacer algo de la nada.  Creo que eso no existe.  Para los griegos se hacía poesía en la medida en que se imitaba lo más fielmente posible a sus fuentes. Cuando se lograba eso se escalaba el primer peldaño de la poesía. 


Creo que es erróneo olvidarse de lo que han hecho las generaciones anteriores. No se puede partir de que eso no existe y hacer otra cosa. Si los otros han hecho un trabajo valiosísimo, han descubierto cosas y uno puede partir de esas cosas. Podés partir de lo que trató de hacer Darío también. Como involucrar los pies de la poesía griega en la poesía española. Aunque no sean nuestros sonidos, al intentarlo descubres nuevos sonidos.   

Así surgió el modernismo.

R. Así surgió el modernismo. Rubén Darío hacía unos experimentos magníficos.  

El Coloquio de los Centauros, surge de eso. Hay caminos que uno puede recorrer y que puedes retomar y abrir otros caminos a partir de eso. 


Más que rupturas, es como retomar lo que ya se ha hecho y a partir de eso creas una rama nueva.  Pero es el mismo árbol, o las mismas raíces, como quiera verse. 

 

También en Costa Rica se ha tomado el modelo de la poesía norteamericana que tiene la particularidad de ser una gran metáfora.  El poema en sí mismo es una metáfora.  ¿has sentido que se ha tratado de copiar ese modelo?

 

Sí creo que ha habido influencia de esa poesía.  Pero no creo que sea algo artificial, siento que va con su forma de ver el mundo, de sentirlo. Eso atrapa. Cuando te atrapa algo, se quiere tomar ese modelo, digerirlo y sacar tu propia propuesta a partir de eso. 

Ahora, hay cosas que se ponen de moda.  Pero quizás es que está más visible. Porque se habla en los medios de eso, o en las redes sociales.  Y se tiene la sensación, a veces errónea de que eso es lo que está pasando.  Pero es una construcción.  

 

¿Cómo ves la poesía que se escribe desde el género?  ¿hay poesía desde la femineidad? 

R. Sí creo que hay poesía desde la femeneidad, donde hablas de una cierta condición, de una vivencia, de qué es lo femenino.  Pero no creo que la poesía sea femenina, ni feminista.  

Ahora bien, no puedes sustraerte de eso. 

 

¿Será que la mujer es más consciente de su rol femenino, que el hombre de su rol masculino? ¿A qué obedece la poesía desde la feminidad?

R. Yo creo que se hace consiente o inconscientemente.  Los hombres también escriben desde su masculinidad.  Se ve muchas veces cuando lees los poemas. No es que se note si lo escribió un hombre o una mujer.  Pero sí hay una visión del mundo.  

También  uno puede conscientemente substraerse de eso, y también eso es riquísimo.  Puedes tratar de ponerte en los zapatos del otro.  He visto mujeres escribiendo desde la masculinidad; y he visto pocas propuestas de hombres escribiendo desde la femineidad, pero sí las hay. 

La poesía de las mujeres ha estado a oscuras.  En una habitación de la casa, cerrada con llave y a oscuras. Para mí es miedo hacia las mujeres.  Me he preguntado muchas veces por qué hay tanto miedo hacia las mujeres. Hay una fuerza que tiene que ver con la naturaleza, tan potente que posiblemente eso generó que desde lo masculino se viera un peligro ahí.  Las mujeres manejan la vida y hay un peligro en eso.  

Pero también al contrario.  Hoy hay un irrespeto muy grande de las mujeres hacia lo masculino.  Afloran reacciones violentas, porque ven una amenaza ahí. Son contrincantes. Pero debemos entender que no hay víctimas ni victimarios, que todos estamos unidos y que no podemos hacer nada separados.  Pero ese fenómeno de la poesía de las mujeres, no está aislada de la condición histórica de la mujer. 

En tu poesía el tema de lo femenino es más intermitente. 

R. Sí está presente.  Hay poemas que son claramente escritos desde un hablante femenino.  Pero la mayoría de las veces ese hablante, no es ni hombre ni mujer, es ambos. Incluso cambio de hablante dentro del poema, empiezo hablando en masculino y termino en femenino, o incluso cambio de plurales a singulares.  Me gusta hacer ese tipo de cosas, porque al fin y al cabo ambos tenemos esos dos lados, masculino y femenino. Para mí lo ideal es que dejáramos de ver tanta polarización y empecemos a ver los puntos en común, y aceptar las diferencias porque evidentemente las hay. Al menos a nivel físico las hay, no estoy tan segura que las haya a otros niveles. 

¿Qué poetas mujeres encuentras interesantes en Costa Rica en los últimos años? 

 

R. Mía Gallegos, por ejemplo. A mí la poesía de Mía me gusta muchísimo. Es el otro lado, la poesía más filosófica, más mística.  En cuanto a poetas jóvenes, Carmen Quintero, con su libro “El año de la muerte de Tim Burton”.  Carmen es una poeta que escribe más desde la femineidad, pero hay algo que va más allá; es el asunto de la sangre.  El tratamiento de ese tema, no se había tocado de esa manera, en esa rama de la poesía, es muy violento. La agresividad contra las mujeres Carmen la ha masticado y la ha escupido en su poesía. Ella se coloca como verdugo, lo cual me encanta porque te despierta, te da un golpe, no puedes verlo en la vida cotidiana. 

 

Creo que están saliendo propuestas muy interesantes en la poesía de mujeres costarricenses: Alejandra Solórzano, Selene Fallas, Silvia Piranesi.  No las conozco a todas por lo que uno siempre va a tener sus sesgos y sus vacíos. Pero hay propuestas muy interesantes y que se salen de ciertas líneas.  No puedes encajonarlas en un lado o en el otro. Eso me gusta. 

 

Jonatan Lépiz ha dicho que tu poesía es compleja, que requiere atención del lector.  ¿Cómo ves al lector de poesía de hoy en día? 

 

R. Yo creo que no son buenos tiempos para la poesía, porque estamos demasiado inundados de cosas, de razonamientos y de estímulos que nos alejan de nosotros mismos, de sentir nuestro ser interior. Es una época en que el ser humano está como encapsulado. No ya como burbujas, sino en cajas fuertes. Estamos aislados  unos de otros. Creo que estas barreras han sido impuestas, por el ambiente, por nuestra manera de llevar la vida.  Ya no nos preocupan las personas, sino que todos andan en carreras preocupados por el dinero o por la hipoteca, por los hijos, por los estudios y nos hemos olvidado de sentir. Siendo el ser humano un ser de emociones y la poesía habla a esas emociones, evidentemente no son buenos tiempos para la poesía. A quien le va a interesar la poesía si no se está sintiendo nada. Es como si los sentidos cada vez fueran más pesados, más de piedra, menos sensibles. 

 

Con respecto a lo de si mi poesía es difícil o no, mi pretensión no es que la gente me entienda.  Hay una anécdota de Humberto Eco.  Dice que cuando él llegó con “El Nombre de la Rosa” para su edición, le dijeron que se lo editaban pero si le quitaba las primeras cien páginas. Eco dijo que no, porque el lector que él quería era uno que aguantara esas cien primeras páginas.  Entonces yo creo que uno no puede andar preocupado en si tiene o no tiene lectores. También hay afinidades entre escritores y lectores. 

Fuiste cofundadora del Taller Literario Estudio Poiesis.  ¿Qué lleva a un poeta a fundar un Taller de Poesía?

R. Fue una experiencia muy linda.  Ese taller surge porque, en la Universidad de Costa Rica, había escuchado sobre los cursos que daba Laureano Albán, del cual todos decían que era un ogro.  Yo quise matricularme en ese curso para ver al ogro (ríe).  

 

La gente decía cosas como que quemaba los poemas y a mí me llamaba poderosamente la atención. Entonces por curiosidad entré a ese curso. En ese curso yo conocí a unos compañeros con los cuales asistí al taller de Laureano. Pero yo no quise quedarme en el taller de Laureano. Yo creo que aprendí cosas muy valiosas ahí, pero no quise quedarme porque vi que había mucha gente encasillada. A mí me sonaba todo igual.  Me preguntaba por qué tantas personas distintas estaban tratando de copiar a Laureano Albán, o por qué él quería que lo copiaran. 

 

Ahí yo conocí a un grupo de jóvenes, entre los cuales estaba Mario cuyo apellido no recuerdo ahora, Selene Fallas, Marcel Razalas, entre otros.  Al conversar entre nosotros, quienes éramos los más jóvenes del grupo, surgió la propuesta de hacer un grupo nosotros. Hicimos primero un grupo en la Universidad Nacional y luego un grupo en la UCR, de donde surgió Estudio Poesis. 

Entonces surgió como una especie de contrapropuesta. 

R. Sí en ese momento lo era, y con todas las vísceras de la juventud. A todas luces no queríamos nada con el trascendentalismo (ríe).  Había otra visión de mundo. Pero creo que todos tomamos de ahí lo que nos servía, pero nada más. 

 

Había gente ahí que llevaba cinco años.  Pero creo que los talleres son una etapa rica que hay que pasar, pero que también hay que superar en algún momento. 

 

¿Cómo surge la voz poética?

 

R. Creo que eso es muy individual, muy personal. Evidentemente los talleres ayudan muchísimo porque en ellos estás afinando tus sentidos, y en compañía de otras personas que quieren lo mismo, entonces se genera una atmósfera muy acorde a eso. Al final es el poeta el que debe encontrar su propio camino. Si alguien se lo dice, sepa que lo está engañando. Eso es un recorrido individual completamente.  Además creo que los mejores talleres son los libros, las lecturas que puedas hacer, se va marcando con fuego, va haciendo que eso surja y es un proceso de nunca acabar. Creo que uno no debería llegar a la conclusión de que ya has encontrado tu voz porque te vas a estancar, vas a seguir escribiendo de una manera muy cómoda, te metes en el confort. 

¿Menciónanos un libro de poesía que hayás leído últimamente que hayas dicho: qué buen libro de poesía? 

 

R. Hay un momento donde has encontrado ciertas cosas que te han marcado, que te gustan muchísimo. Para mí por ejemplo Vicente Aleixandre, Ezra Pound, los poetas místicos.

 

Pero yo diría que lo último que me marcó muy enfáticamente fue la poesía de Josu Landa; y me siguen sorprendiendo los que siempre han sido maravillosos para mí, como los poetas latinos, me siguen sorprendiendo los poetas ingleses, las vanguardias. Pero me ha pasado que me cuesta encontrar ahora algo más allá de eso, que me sorprenda. Pero he estado leyendo constantemente poesía. Me encanta Marosa di Giorgio.  Emily Dickinson siempre me va a sorprender. Pero de lo nuevo que me llega, ha sido muy poco lo que me sorprende. 

¿Qué proyecto tenés en este momento?

R. Como ya cerré esa trilogía, ahora estoy tratando de escribir desde otro lugar.

Así lo siento internamente. Hay una especie de paz o equilibrio, desde el cual estoy tratando de escribir. Aquellos libros salieron de la ira, de la frustración, del reclamo, de las vísceras. Ahora he escrito para mi hija. Es otra cosa, son otras palabras, es otra luz. Estoy tratando de escribir también desde el dolor del otro, no del mío, a ver qué sale. 

 

También estoy con una novela que está más en la cabeza que en otro lado. En algún momento saldrá. 

Al finalizar, invitamos a Angélica a compartir unos poemas y un café con los amigos.

 

No desaprovechamos la exquisita ocasión de seguir escuchando sus opiniones, pero ahora desde la mesa de trabajo y sin poder olvidar que la poesía de Angélica es fuerza que nos devuelve, nos empuja, es violencia ante la cual nos declaramos indefensos. 

Su lenguaje nos reubica en el espacio y el tiempo. Su complejidad nos exige atención, nos obliga a ser lectores activos, a escalar un peldaño más y otro y otro. Debemos ser capaces de entrar en su juego de indeterminaciones o estar condenados a salir huyendo antes de cruzar la puerta.

Por Saúl González  y Melvyn Aguilar 

 

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