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  • Foto del escritorWalter Barrantes


Un acercamiento por Walter Barrantes al nuevo libro "CUANDO SEAMOS AUSENCIA " del poeta costarricense Víctor Hugo Fernández



He leído y releído el libro titulado Cuando seamos ausencia, de Víctor Hugo Fernández, para contagiarme con sus imágenes frescas y sugerentes , para buscar en cada verso la esencia y cosmovisión de su voz, y con ello poder acercarme un poco desde mi interioridad a los aspectos de la vida que asombran y conmueven a su autor.


Conocedor de los méritos literarios de su autor, he encontrado un libro muy bien escrito lleno de inquietudes filosóficas y cotidianas, poblado de erudición, pero con una sabiduría transparente, inteligible para el lector común y que, sin duda, hará que aquellos más avezados en la lectura perciban los mensajes más profundos y sublimes que se agazapan detrás de tus figuras literarias.


Luego de una relectura del libro presento como testimonio un breve comentario de 18 de los poemas que contiene, intentando encontrar a través de ellos puntos de referencia para llegar a mis conclusiones, que sé que no necesariamente serán las de otros lectores que tengan la dicha de abordar “Cuando seamos ausencia”, porque este es un libro prolífico en significados.


Sobre el título:

Existen títulos certeros y este es uno de ellos: construido con tres palabras: un adverbio de tiempo, un verbo en modo subjuntivo y un sustantivo abstracto. Un adverbio que nos ubica en un tiempo impreciso, un verbo que evoca probabilidad y/o deseo, y un sustantivo que remite a lo intangible, a lo eterno, a lo inmaterial. Estos tres elementos del título están presentes a lo largo del poema, por eso se debe insistir, que Víctor H. quizá meditó el título, o tal vez fue solo ese golpe intuitivo, que poseen los poetas virtuosos, lo que lo empujó a intitularlo así, pero sea como sea, el acierto es innegable.


18 poemas sobre la mesa


ALQUIMIA:

El poeta convierte el entorno en un espacio lírico por medio de la palabra y todos aquellos elementos cotidianos del “gym” se convierten en poesía: la fría fortaleza del hierro, el grito de los músculos ante un dolor que no se sabe si es humano o trasciende lo terreno.


Ahí están los espejos que desvisten cada vicisitud, cada esfuerzo, cada instante doloroso convertido en eternidad. “Alquimia” parece ser un poema dedicado al atleta que se inclina y levanta la pesa en el gimnasio, pero no todo lo que semeja es; realmente el yo lírico reviste esa realidad cotidiana con algo mucho más inasible, algo que devela su interior con todos sus enigmas.


ARCHIPIELAGOS:

Y sigue el tránsito del yo lírico, donde el yo pierde su esencia humana y se convierte en archipiélago, pero no uno cualquiera, sino uno olvidado donde solo lo rescata la belleza dolorosa convertida en poesía. E inicia aquí el tránsito del NAVEGANTE perdido en esa oceánica inmensidad, ese Ulises con la odisea a cuestas en un mar que se parece mucho a la vida.


CASI NADA:

En “Casi nada” el yo lírico, con ese dejo autobiográfico, se retrata ante ese humano temor de ser intrascendente, pero desnudas sus sutilezas el amor por la luna, su afición por los altares de piedra y por el viento entre las flores. Existe y persiste esa duda de ser olvidado o quizá su recuerdo solo quedará en aquellas cosas poco memorables: la banca del parque, la ventana del café desde donde contemplaba tierra firme.


CUANDO SEAMOS AUSENCIA:

Este poema que da título al libro se construye con el adverbio de tiempo ”cuando” que indica un tiempo indeterminado, pero el poeta, en el primer verso del poema le antepone otro adverbio “mañana”, un mañana que conoce de memoria, porque todos los sujetos del dolor son descritos con certera exactitud: “la nostalgia que inaugura el día, las aves que visitan los mismos árboles, la espera sin sentido, la ausencia de milagros, la canción cómplice… todo pierde valor, porque “el recuerdo es poca cosa”. “Cuando seamos ausencia” es un himno a la nostalgia, un mirar al futuro, desde otro futuro incierto construido con las cenizas de un recuerdo convertido en naufragio.


DE LAS EXTINTAS MEMORIAS:

La muerte es un tópico recurrente en este poemario, pero es una muerte distinta: una que no ocurre, porque el actante sigue vivo, pero es que hay vidas más duras que la parca, esas que se construyen en el dolor, en la ebriedad sin límites, en el caos, pero siempre hay esperanza.


DE RERUM NATURA:

Y es que la poesía de V. H. camina siempre entre lo celeste y lo pedestre, habitan en ellas, dioses, ángeles, arcángeles y demonios. Dioses que pierden su vocación de omnisciencia y se apresuran a aprender lo cotidiano, vuelto metáfora en la amada: la sal amarga de la piel, la dulce suavidad del tacto, “admitir que los atardeceres son heridas que solo se sellan con un beso”. Pero perdura en cada Dios la herida abierta que se convierte en duda sobre un “ángel indiferente”.


Tal vez en esta “DE RERUM NATURA” se niegue, al estilo de Tito Lucrecio, la existencia misma de esas divinidades que se nombran.


DESNUDO:

Desnudo es un poema colmado de imágenes bellas, frescas y sugerentes, él desnuda la madrugada, corta las amarras y zarpa hacia la herida, guarda besos entre el pan y el recuerdo, pero se niega a aceptar la “voz de la amada en otro cuerpo”, porque las huellas que quedaron están allí con su luz indeleble, están allí y son el camino por seguir apoyado en el derrotero de la palabra.


EFÍMEROS:

Y vuelve el poema sobre la irrevocable espera, como la Penélope de Homero:


“Sentado en el telar así me he visto,

tejiendo la red de nuestros sueños,”


Pero la espera del “yo lírico”, aunque construida con imágenes grandiosas (enlaces con la luna, o aves sujetas con la transparencia del vacío) se vuelve eterna y dolorosa.


EL AMOR QUE FUIMOS:

Por eso se acepta la muerte como alero, como dulce refugio:


“Morir no es doloroso,

no podría serlo.

Se trata de una brisa

que dejará de acariciarnos.”


Porque la muerte es una forma de redención donde todo el amor pretérito embadurnado de canciones, de nuevos atardeceres, abrazos, noches impenetrables, quedará atrás, disuelto en el amor que fueron.


EN EL LABIO DE LA TARDE:

Pero también el recuerdo redime y el yo lírico vuelve sus pasos y allá entre Hone Creek y Comadre, entre bananales y cacaotales,” allá litoral abajo, alguna vez dos cuerpos ungidos de verano se fundieron en un mismo sol”. Entonces queda flotando en el poema la posibilidad del retorno como lo hace el agua tras el retumbo, como lo hace el recuerdo, aun en la “carne gastada por el tiempo”.


EN LA NOCHE DE LA MEMORIA:

Y es que la memoria, en este poemario, es un Sísifo inclaudicable que se pasea por el tiempo, que viaja sin pasaporte por el ayer y el hoy:


“Hace frío en la noche de la memoria”

el motor del ventilador vigila

los gestos que sufren de insomnio”.


Y resurge la amada como parte ineludible en el aluvión de los recuerdos. Casi todo lo construido aparece y desaparece en esta AUSENCIA, sin embargo, el dolor sigue ahí en las palabras del tú lírico que son como “dagas cortando el silencio”.


ESPERANZA:

Y aun cuando la ausencia lo inunda todo, a través del recuerdo, aparece la ESPERANZA y el poeta asegura:

“Muy a pesar nuestro siempre regresamos”


Y desafía la muerte, esa que solo es un espejismo, en lo recóndito de la memoria y desafía a Caronte:


“No existe la otra orilla,

Solo el giro del timón

y el regreso”.


Y para hacerlo retorna a símbolos tangibles e inequívocos: el color verde de la casa y el nombre de la “amada”: Esperanza.


ETERNIDADES:

¿Y qué es la eternidad? Parece preguntarse el poeta, para concluir luego ser solo ese hombre que carga la roca hasta la cúspide o ese “mesías sin causa que ab


raza la cruz y completa el ciclo”, en un mundo sin tiempo donde los relojes engañan y el agua es tibia transparencia y lo único real son el polvo y el vacío. Parece que el poeta muestra en el poema ETERNIDADES una concepción filosófica, sobre vida, tiempo y verdad.


INSISTENCIA:

“La imagen no reproduce la mirada,

la transforma”.


Y vuelve el poeta a retomar otra idea de Lucrecio: los sentidos pueden ser engañados, la razón no. Para eso toma un elemento muy actual: la imagen de las muchas de Instagram adulterada por la magia del filtro. Quizá es una forma exquisita de engaño que de tanto repetirla se vuelve creíble.


INSUFICIENTE:

Como en todo el poemario “CUANDO SEAMOS AUSENCIA”, existe una coexistencia de ayer y el mañana, una lucha por edificar, por salvarse del vacío, pero ese construir no es suficiente, a pesar de los puentes, para alcanzar la otra orilla.


IRONÍAS:

“Todo poema inicia donde acaba la nada”.


Dice el poeta. Quizá en clara alusión al principio metafísico de Parménides “Ex nihilo nihil fit”( nada surge de la nada), Víctor Hugo ve el poema como un ente eterno, como un universo aparte que existía antes de todas las cosas, de ser así , el vate, al estilo de Huidobro, es un “pequeño Dios” Hacedor de un universo único, construido con la palabra.


LA MUSA MUERTA:

Pero no existe el poema sin la musa, y en el caso de “Cuando seamos ausencia”, aparece una “MUSA MUERTA que empuja al demiurgo hacia la construcción del texto. Por eso antes del poema el yo lírico celebra un ritual de amor – recuerdo: limpiar la mesa , cambiar las flores, siente la cintura de la amada extraviada entre los dedos… Y aparecen los cuervos, símbolo del dolor y el ayer.


“Antes del poema los recuerdos,

a la espera de una bala de plata,”


LA OTRA ORILLA:

Caronte, de acuerdo con el poeta, no recibirá su óbolo, porque la muerte no es un tránsito sino, a modo de pensar de los atomistas, es una transformación, un cambio de esencia, (palomas liberadas, gotas de lluvia) por eso el yo lírico invita a “las mujeres que nunca lo amaron” a celebrar a tocar una canción, a mostrar sus ardientes cavernas, a dejar la fogata encendida y, finalmente, a cerrar la puerta. Ya que partir no tiene retorno, pero tampoco destino.


Conclusiones:



a- CUANDO SEAMOS AUSENCIA es un poemario bien construido con una temática amatoria sólida, donde el poeta conjuga algunos subtemas que son recurrentes a través de los diferentes poemas: el amor, el olvido, la indiferencia, la muerte, el dolor, el viaje, el engaño, la verdad… todos respaldados por bellas y sugerentes imágenes.

b- CUANDO SEAMOS AUSENCIA es un poemario claro, fácil de entender, pero detrás de esa aparente sencillez se puede notar la erudición y una visión cosmopolita del poeta. Este poemario no es solo un canto al olvido, al dolor a la indiferencia; sino que devela una serie de inquietudes filosóficas sobre la muerte, la creación poética, la transformación de la materia, los sentidos y la razón.

c- Existen algunos intertextos que se emplean de manera recurrente y que dan coherencia y cohesión al “relato”: La espera (Alusiones al viaje y a la espera) “Sentado al telar así me he visto”. Sísifo (acciones de carácter cíclico), Caronte y la otra orilla (sin embargo, la muerte para el poeta no es un tránsito sino una transformación).


San Ramón de Alajuela, Costa Rica




6 POEMAS

DE CUANDO SEAMOS AUSENCIA




EN EL LABIO DE LA TARDE


Entre Hone Creek y Comadre

seres de agua celebran un brindis

que sabe a música

oculta en el labio de la tarde.

Alguna vez litoral abajo

dos cuerpos olorosos a verano

se envolvieron el uno con el otro,

ajenos al retumbo del mar en la distancia.

Ahora todo eso se anida entre la arena,

y se disuelve con la espuma.

Un silencio cómplice oscurece la memoria.

En Penshurt entre bananales y cacaoteros

el mar extiende su techo

y construye un infinito sobre el cielo.

Desde sus ojos de noche ancestral

un negro mira pasar nuestras almas,

“wattas coming”,

susurra desde la terraza de su casa lacustre,

sabe que el tiempo fue hecho prisionero

que la lluvia inunda Tuba Creek.

El ave sabe que el agua siempre regresa,

por eso el horizonte se refugia en sus alas.

Todo parece hermoso,

la selva declara su inocencia,

pero eso no la exime de su aliento despiadado.

Entre Hone Creek y Comadre

persiste una memoria,

todo es recomenzar con la carne más vieja,

desde esta otra piel,

que tampoco volverá.

A lo lejos nuevamente un retumbo lo confirma.



LA OTRA ORILLA


Cuando muera no habrá funeral

solo palomas liberadas,

pequeñas gotas de lluvia

colgando de las hojas.

Como un domingo de verano

la más infinita transparencia

me abrirá el pecho.

Cerraremos los ojos,

para seguir mirando

a las oscuras erinias

danzar sobre los recuerdos.

Cuando muera,

toquen aquella canción

que ya no escucharemos,

muestren sus cavernas

el cuerpo siempre ardiente

mujeres que nunca me amaron.

Dejen la fogata encendida,

que el amanecer se convierta en ceniza,

el día se nos vuelva ajeno,

la pena innecesaria.

No hará falta dejar la puerta abierta,

partir no tiene retorno

y tampoco destino.

Sucumbiremos a los naufragios

para resurgir entre la espuma,

jubilosos de nunca alcanzar

la otra orilla.


ALQUIMIA


A veces la única esperanza es el hierro,

su fría fortaleza,

la paciencia indiferente con que espera

el brutal esfuerzo del atleta.

Extraviado en el horizonte de su propia energía

eleva el hierro con un último suspiro,

mientras la fuerza celebra

su efímera victoria.


A veces imponerse no es suficiente,

porque no basta transgredir

cuando exhaustos

el espejismo nos regresa al piso,

convertidos en ese vapor imperceptible

con que el cuerpo rehúsa la derrota.


A veces nos confundimos con ángeles

y viajamos hacia el tiempo

atrapado en los relojes

para robarle segundos a la nada

y sostener el hierro,

con lo poco que nos queda de entusiasmo.


Tantas veces regresamos al tinglado,

a enfrentarnos con lo incierto,

el temblor en las manos,

la utopía que palpita en el torso,

elevando el hierro hasta el vacío,

en medio de la sonrisa de los ángeles.

Porque todo regresa al piso, inexorablemente,

y se asoma el dolor a los músculos,

porque la eternidad es solo un Instante,

aunque nunca es suficiente.




DE LAS EXTINTAS MEMORIAS


Morir no ocurre, se confirma.

Solíamos crecer

desobedecer

hasta conquistar lo que nos fue negado.

Dispersos en una canción,

extrañamos el humo del tabaco en las viejas cantinas,

los orinales son ahora pilas bautismales.

Alcanzamos la esquina más lejana de todo el recorrido,

La vieja araucaria comenzó a secarse

una bocanada de violencia inesperada

rodaba calle abajo,

donde comenzaba el caos.

Porque morir no ocurre, solo se confirma.

Vivir por otra parte consiste en aceptar

que todo puede resolverse un domingo por la tarde,

cuando dos amigos acuerdan

que el olvido comienza donde las cenizas

sellan con polvo,

las extintas memorias.



EL AMOR QUE FUIMOS



Morir no es doloroso,

no podría serlo.

Se trata de una brisa

que dejará de acariciarnos.

Besos sin horizonte

hundiéndose en el abismo

de unos labios silenciosos,

un llanto egoísta, aunque inevitable.

Aquella canción que escuchábamos

hasta reírnos de armonías,

ahora extraviadas entre árboles,

porque morir no es doloroso, aunque parezca.

Nuevos atardeceres conminan noches

que ya no penetraremos abrazados.

Dejar de bailar juntos,

es aceptar que nuestra sombra

siempre fue ajena,

alquilada compañera

que ya no subirá al escenario,

mientras nos disolvemos

en ese amor que fuimos,

y que ahora solo abraza el polvo.




EPIFANÍAS


De amor y pequeñas hortalizas de cariño

están construidos los puentes

que conducen a tu vientre.

Allí se fertilizan las caricias,

se le abren las puertas al llanto

con que la vida da su primer paso

en tierra firme.

De amor están marcadas las miradas,

con que en silencio

respondes a las frías madrugadas.

Allí el horizonte que faltaba

se insinúa entre tus senos.

Completarnos ha sido una epopeya

impulsada por las velas del amor.

Anclado en tus rodillas

regresamos del destierro,

sin otra brújula que el asombro

que inyectas con cada beso,

olvidado entre los pliegues de la carne.

Alcanzar la otra orilla solo fue posible

aferrado a la carne de tus muslos.

De epifanías inadvertidas estamos hechos,

por eso el amor es el altar

donde el sacrificio es simple lluvia,

y nosotros el canto azul de una nueva alborada.


Víctor Hugo Fernández Poeta, narrador y ensayista. Posee Licenciatura en Filología Española y Maestría en Literatura Comparada por Pennsylvania State University, USA. Ha ejercido el periodismo cultural y la crítica de danza en medios costarricenses y cooperado con revistas internacionales. Miembro fundador del grupo Literario Sin Nombre, que reunió a otros poetas y artistas de su generación en torno al movimiento de promoción del arte en espacios urbanos. Fue director del Suplemento Cultural Ancora que publica el diario La Nación entre 1989 y 1996 y desde allí desarrolló una amplia labor en beneficio de la cultura.

En novela ha publicado Los círculos del cuerpo (REI, 1992), En relato ha publicado La Reina del Ácido (EUNED, 2017), El amante y la chica depresiva (WG, 2018) En Poesía ha publicado Calicantos (Mesén editores, 1982), Las siete partes en que antiguamente se dividía la noche (EUCR, 1991), Escala en Santa Rosa y otros trenes (BBB, 2014), Genealogía de mi sombra (WG, 2016), Canciones para un Minotauro (WG, 2018), No todas las naranjas cantan igual (WG, 2019). Dulces blasfemias (WG, 2020) Su obra ensayística es amplia. Es fundador del proyecto Planeta Musical -música y poesía por radio en Internet-, por medio del enlace: www.planetmusicradio.com


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  • Foto del escritorOsvaldo sauma

RINCÓN LITERARIO

Osvaldo Sauma

poeta y periodista

Yo era un mal estudiante pero un buen lector, amaba los libros y con avidez devoraba sus páginas. Pasé mi primera infancia sin televisión, y aferrado a los programas de la radio, construí un mundo al antojo de mi propia imaginación, además cargaba conmigo esa necesidad de abstraerme contemplando las transparencias de la nada o ladrándole a la luna.


Gracias a esas fugas frecuentes, me echaron del Colegio la Salle y luego del Colegio Calasanz. Tenía que llegar al Liceo José Joaquín Vargas Calvo. Dejar atrás la enseñanza para señoritos y empezar a convivir en un colegio mixto, donde las mujeres iluminaban el aula y donde también la mixtura de las clases sociales, me hacían comprender las vivencias de los que estaban lejos del Country Club. Gracias a ese cambio de instituciones, me reencontré conmigo mismo y desperté de su somnolencia, a la voz que está dormida dentro de cada hombre. Así llegué a la poesía más por ósmosis, que por búsqueda personal.


En un país que careció de vanguardia, en Centroamérica, solo Nicaragua la tuvo, se hace difícil tener identidad, más en este país, que mucho de isla tiene y donde no abunda la solidaridad, hubo, en mi caso, que aferrarme a la gran poesía nicaragüense y por supuesto también a la centroamericana, para sentir las raíces telúricas bajo mis pies.


Las guerras fratricidas en Centroamérica en los setentas y EDUCA (Editorial Universitaria Centroamericana) contribuyeron a darnos identidad y a revivir los sueños mesoamericanos. ¿Quién no se leyó en Roque Dalton? Ese hermano mayor, vivo ejemplo de la insurrección, junto a los otros que se tomaron a pecho, lo del Pobrecito poeta que era yo y cambiaron su máquina de escribir por un fusil. Hablo de los poetas Otto René Castillo, Leonel Rugama y otros más.


Educa fue una panacea para quienes a tientas nos buscábamos, en este oficio de ciegos tercos, gracias a las ediciones que se publicaron de los poetas clásicos del Istmo: José Coronel Urtecho, Salomón de la Selva, Pablo Antonio Cuadra, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Cardenal, Joaquín Pasos, Roberto Sosa, Chuchú Martínez, Otto Raúl González, Luis Cardoza y Aragón, Claribel Alegría, Eunice Odio, Claudia Lars, Deisy Zamora, Gioconda Belli, Osvaldo escobar Velado, José Antonio Rivas, Manlio Argueta, José Luis Quesada, Rigoberto Paredes y otros y otras más.

También debo hacer mención a una Antología que fue imprescindible para nuestra generación, Poesía en Movimiento, México (1915-1966), Selección y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis. y que, de alguna manera, nos abrió las puertas a la gran poesía latinoamericana. A esos grandes continentes poéticos de lengua hispana que se propagan por toda nuestra geografía: chile, argentina, Perú, Uruguay, Nicaragua, Cuba, Colombia y un largo etcétera.


Claro que, para alcanzar la identidad a través de la poesía, no basta con lo cercano del terruño, pues también lo lejano es parte de nuestro imaginario. Es decir, Igual me leo en Tu Fu, como en José Emilio Pacheco, en la poesía náhuatl, como en Cavafis.


Constantino Cavafis, poeta grieg.


La poesía, según Leonard Cohen, viene de un lugar que nadie controla y nadie conquista. Además, digo yo. Ella no tolera los encasillamientos, viene de lo universal y toca sus trompetas en silencio.

Por otro lado, y en medio del transitar de las circunstancias, fui a Europa detrás de una bailarina de la Escuelade Marta Graham, en Londres, Pero no quiso el destino, ni el embajador de Costa Rica en Inglaterra, ni los padres de la musa, y mucho menos los ingleses que ingresara a esa isla monárquica y soberbia. Me deportaron a Francia, y me pasó como a Henry Miller que, después del trato frío de los ingleses, encontramos calidez en la otra orilla del estrecho.


Legué a España con las tres heridas: La del amor, la de la vida, la de la muerte. Ya no podía volver a ver los acantilados de Dover, mi amada como si fuera un acto de desagravio, me acompañó a Barcelona, un poco dolida, pero con la separación en su mente y en su corazón. Le agradezco a la vida haber compartido con ella y los catalanes asiduos a las Ramblas, La Estaca de Luis Llach, ese himno magistral de la resiliencia humana, y a través de él, conocer Viaje a Ítaca, del gran poeta griego Constantino Cavafis. En Sitges, la Singla, la mejor bailarina de flamenco que he visto, nos paró, a ambos, los pelos del asombro y me adelantó, en mi exilio, la magia de Las Cuevas del Sacromonte.


Después del desamparo de la separación, pensé en volver a casa, incluso llamé a mi tía Zaida a New York para pedirle albergue por unos días, en mi viaje de retorno. Sin embargo, el hacedor de encuentros y desencuentros trazó todas las coordenadas para que me fuera a Granada, con una canción de Agustín Lara, zumbando en la memoria del oído.


Granada tierra soñada por mí / mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti.


Entonces comprendí el porqué de todas las vicisitudes del viaje y la verdadera razón del mismo. La alhambra me confrontó con mi historia personal y lamenté que nadie fuera capaz de defender las altas torres, de ese palacio de abejas y jardines.


Necesitaba asumir la otra parte de mi identidad, reincorporar el Asabis en el torrente sanguíneo y comprender los alcances de mi extranjería. Sentí que Granada seguía siendo mora por todos sus costados y que yo era un moro más, atravesando como ayer, esas calles familiares.

Ya sé que no hay más patria para mí/más que esa patria donde viven mis hijos/sin embargo/poseo una chilaba que cambié / a Mohamed en una calle de Tetúan / y bajo el influjo de esa vestimenta/me supe árabe entre los árabes/y antes de caer deslumbrado/frente a la belleza de la Alhambra/comprendí que preexistían sus prodigios ornamentales/sus arabescos/y cuando por primera vez/supe Gibran Jalil Gibran/ recordé la historia que subyace/dentro del hilo común de nuestro Asabis.

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Permaneceré velada... ¡él no podrá verme!

(con placer y energía) Por medio de caricias ardientes... de besos apasionados... encantaré su corazón y perturbaré sus sentidos... él conocerá por mí una embriaguez nueva... nunca deseará otra ternura más que la mía... ¡Sólo yo reinaré en su corazón encantado!


ACTO I

ESCLARMONDE



Conozco, podría decir que conozco con cierta proximidad la evolución de estos textos fragmentados que Tato Mejía nos presenta de forma amalgamada bajo el –poderoso, femeninos y sugestivo– título de ESCLARAMONDE, finísima variación propuesta desde su particular licencia poética, y que nos remita de entrada, a La dama blanca Esclarmonde de Foix, o a los poderes mágicos de la emperatriz de Bizancio o a la joven que se niega a pronunciar el «sí» en su boda lo que luego la llevará a la condición de hipergamia. Símbolos claros o referencialidades trabajadas y propuestas directamente por el autor desde el titulo del poemario.


La disposición arquitectónica y estructural de esta colección de textos, la forma que elige el autor para distribuir este trabajo, nos remite de algún modo al demencial llanto de Hölderlin aullando desde la torre del carpintero ante el evidente NO RETORNO de su Diotima; a Dánae, la madre de Perseo, encerrada en la torre de bronce; y a Cristo en el suplicio vertical de su Cruz.


Hay una suerte de ecos del dolor en esta colección de prosa poética que habla de oquedad y sufrimiento, de vacío y suplica, de devastación y desamparo del espíritu. También hay algo de orfandad en ciertas reminiscencias o evocaciones de un niño que fue y que hoy, quizás crecido, se halle extraviado en el LABERINTO-MAR de la inconsciencia.


Párrafo tras párrafo, entre líneas, estos versos nos murmuran sobre el desamparo de la condición humana, donde el autor sin decirlo de forma clara, hace que silbe la ocarina en los vientos del Nihilismo, como abordaje o aproximaciones a la nada y al No Ser. Nihilismo como propuesta del desgaste, como la consunción en la experiencia continúa de la condición humana, como la falta de conexión, como la ruptura del cordón umbilical. [Nuhil–Nada] – [Ne-ilum–sin hilo]


Deterioro y orfandad, lo que Sigmund expresaría como sentimiento de desamparo infantil y Heidegger como condición de intemperie de las existencias verticales, en donde lo humano está ahí, sobre la tierra, bajo el cielo, en compañía de los otros y a la espera de los dioses, mientras Cronos el devorador, hace su trabajo.


–DEGRADACIÓN DE LA MATERIA COMO SOPORTE–. Suplicio y suplica, agonía y tribulación, murmullos de voces interiores, asecho, cruz y crucifixión, y por tanto, UN CRISTO agonizante amparado a la energía de lo –MATERNO—FEMENINO– pero negándose al consuelo. Hay Torre y Cruz como formas de construcción, que adoptan lo vertical como definición.


..Sube hasta este cuarto entre helechos, Esclaramonde. / Sube hasta este hueco en la palma abierta de Cristo… Nos dice el poeta.


..Desde que abrí los ojos veo esa ventana hacia el salto eterno, hacia la oquedad paterna…


Interpretación «degradada» de todo edificio como cuerpo humano (puertas y ventanas, aberturas, columnas, fuerza) o, espíritu (sótanos, inconsciente; buhardillas, cabeza, imaginación).


La cruz como castigo y expiación de la culpa, la torre como forma de encierro y aislamiento. Ambas estructuras con capacidad de contener y sujetar lo humano en su dimensión espiritual o carnal.

Pero, hay más. ESCLARAMONDE es un hábil y premeditado manejo de elementos simbólicos que resuenan a lo largo de todo el poema. También el poeta nos ofrece un bestiario ajustado a la narrativa propuesta, desde el cual nos invita a la indagación, a la búsqueda, más allá de la obra toda; obligando al lector a desempolvar su acerbo meta referencial, si se quiere entablar un diálogo serio con la obra, si se quiere un encartamiento que permita, ¿por qué no?, una re-significación que de-construya el universo propuesto por el autor y genere otros universos posibles desde el imaginario del lector.


No podríamos, aunque quisiéramos, hacer en el poco espacio que ofrece un artículo un análisis exhaustivo del arsenal simbólico con el que nos asalta Mejía. Bastara decir por ahora que el poeta nos propone a través del relato un intrincado juego de sentidos y significados. Va dejando una suerte de pesquisas y claves enmarcadas en una atmósfera META/REFERENCIAL en donde lo que opera es que, lo propuesto por el autor, conecte con otros texto y otra ideas de la literatura universal.


Por otra parte, Mejía echa mano y se decide por LA TORRE. Traslada hábilmente esta especificidad arquitectónica al poemario, proponiéndole al lector una contundente columna de textos dispuestos a modo de robustos adoquines sensoriales, y de este modo, formula un signo determinante, que expresa la elevación de algo, o a la acción de elevarse por encima de la norma. La Torre, pues, como un símbolo primordialmente ascensional.

El poeta constantemente apela a la ventana como recurso, lo que nos recuerda simbólicamente la posibilidad del entender, de TRANSIR a lo exterior y a lo lejano. Torre como elevación y ventana como conciencia, dos elementos que integrados remiten a la iluminación espiritual.

ESCLARAMONDE no es un poemario fácil de digerir en una primera y única lectura. Hay en estos textos una portentosa y extenuante carga reflexiva, pulidamente enmascarada por el autor y estructurada en función de una musicalidad amigable y sonora que dota a la propuesta de una cadencia rítmica llevadera, llana y fácil de recorrer, pero que esconde un complejo armazón conceptual mediante el cual el “yo poético” interroga y se interroga, para formular y acentuar la línea argumental.

El poeta requiere construir un MUNDO/UNIVERSO, poblado de entelequias, de criaturas, a veces tangibles, a veces etéreas, mediante las cuales va exponiendo la tormentosa emocionalidad de la voz poética. Para lo cual: el autor recurre a una incorpórea e intangible propuesta, mediante el montaje de un tríptico conceptual tres veces dual. [Ego/mujer] + [Cristo/muerte] + [la voz del poeta / temporalidad de yo poético], elementos que condensados podríamos establecer como: [TORRE /CUERPO]+ [CONCIENCIA / ENCIERRO] + [RAZÓN + CALMA]

Entonces surgen las interrogantes: ¿De quién el cuerpo?

¿De quién la conciencia?, ¿De quién la razón? Y Dice el poeta:


…Porqué me gangrena un batallón amorfo de soliloquios / porqué me penetra la jadeante necedad de tus ojos..


…Encontré tus 15 brotes de hierba mientras escarbaba un castillo al revés / mientras descubría un sepulcro arañando tus labios...


Y continua más adelante:

….Por la mañana vienen pájaros a picar mis sueños….


Al examinar y centramos en estos tres fragmentos, podemos intuir algunos dispositivos o referencias. El primero remite a La conciencia como voz interior y a los ojos como luz. El segundo a brotes de hierba como renovación o potencia de vida y el escarbar o remover a tumba o sepulcro. En el tercero, nuevamente, hace referencia a la luz en el caso de la mañana, pero contrapuntea esta alusión a la claridad con la utilización iconográfica del pájaro, lo que nos remite simbólicamente al ángel, el ángel y el vuelo, al vuelo y lo ascensional.

En los Upanishads, entenderíamos al pájaro en su significación del alma, la cual está contenida, encarcelada en el cuerpo; en el simbolismo egipcio, Ba, el pájaro androcéfalo, nos remite también a la esencia que se liberará del cuerpo cuando llega la muerte; en el apocalipsis bíblico, aquello que viene a retener y seducir al alma, serían las ciudades decadentes haciendo referencia a Babilonia en donde la urbe se configura como una jaula y esta como “la prisión de los espíritus” –torre elevada con ventanas por donde entran y salen pájaros o torre hueca –la oquedad, significación del abismo, de lo profundo, de lo inferior, lo terrestre, lo marino, lo cósmico–; entrañas de una montaña para los celtas, el fondo del mar o de los lagos en la cultura oriental japonesa.

Situaciones que encontraremos se expresan durante casi todo el desarrollo de esta pieza poética y que reafirman el carácter existencial propuesto por el autor.

Por tanto, estará siempre el lector sometido a una clara tensión entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, y más significativo, en este caso, a la luz y la sombra, al alma y la materia. Sometido a un constante debate interior, al cual el autor le construye un espacialidad concreta que denomina OQUDAD, término que sin titubeos nos coloca frente a un ramillete de significaciones simbólicas, duras y claras, pero además compartidas y coherentes desde distintas interpretaciones. La más común sería la oquedad como lo hueco en el interior de un cuerpo sólido, también nos remite al aspecto abstracto de la caverna como inversión de la montaña. En otras significaciones, la oquedad apela a la morada de los muertos, alude también al recuerdo, al pasado, a la madre y el inconsciente.

La torre y su ventana, la torre y sus cimientos, la torre y su cavidad interior. He ahí el arquetipo construido por el poeta para proponer la psico-emocionalidad del Yo lírico que siente y observa.

En lo alto de la torre, la ventana es como mirar, ver o conocer (como saber, pero también poseer). Sin embargo, desde otro ángulo, la mirada es, como los dientes, la barrera defensiva del individuo contra el mundo circundante; las torres y la muralla, respectivamente, remiten a la «ciudad interior».

De igual modo, en el simbolismo de la torre cabe hallar una ambi-tendencia. Su impulso ascensional iría acompañado de un ahondamiento; a mayor altura, más profundidad de cimientos. Y esto nos remite a Nietzsche cuando expresa que se desciende en la medida en que se asciende. Y también Gérard de Nerval, en Aurelia nos dice:

«Me hallaba en una torre, tan honda en sus cimientos, hundidos en la tierra, y tan alta en su vértice, aguja del cielo, que ya toda mi existencia parecía obligada a consumirse en subir y bajar.»


Se podría seguir indagando y especulando mucho más sobre la propuesta arquetípica y simbólica que Fredy Tato Mejía nos ofrece desde, este su primer libro, ESCLARAMONDE.

Al final solo queda decir que estamos frente a un poeta del nuevo del ecosistema literario salvadoreño, que rompe valientemente, pero más importante, inteligentemente con todo registro de las nuevas promociones de la poesía joven cuscatleca. Se atreve y lo logra. Lo logra porque no hay poses, ni posturas en su trabajo poético, sino dedicación y cuido del lenguaje, búsqueda en los referentes inmediatos de su entorno cultural, hallazgos conceptuales en el procesamiento de los real ficcional.

En fin, un poeta dedicado y fino en el tratamiento de su quehacer y sus búsquedas, que se avoca a los grandes temas de la literatura. La muerte y la resurrección como temas asociados o relacionados con la idea de ciclo, de involución (progresiva materialización) y evolución como espiritualización y retorno al origen desde donde aborda la simbolización del dolor y la angustia. Diríamos para cerrar:

…“Existe una «noche del alma», es decir, unas «tinieblas superiores». El mar simboliza la inmensidad misteriosa de la que todo surge y a la que todo torna”

y parafraseando a un viejo poeta , ya casi extinto:


«Cuando la luz y la sombra se conjugan en un individuo, ronda el genio.»





Melvyn Aguilar

El salvador

Octubre /2020

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