La piedra y los afectos
Ilustraciones de Héctor Hernández
La piedra
Bajo una piedra reposo mi angustia,
mole que nadie podrá mover
ni siquiera cuesta abajo, donde la ciudad
parece tener la desolación de esos pueblitos
que crecen a orillas del mundo.
Sentado sobre la piedra,
sin deseos de entender los símbolos
que otros trazaron en su irregular superficie.
Estoy harto de símbolos. Harto de la vaciedad
de las palabras con que se describe el holocausto.
Desazón, dice la madre al hijo.
Desazón, el chofer del Pontiac del cincuenta y cinco
al despedir al que llega a su destino.
Desazón, le repite la mujer sin levantar la vista
frente a un televisor que intenta preservar el país
que ya no existe.
Pongo bajo la piedra mis manos.
Como si la sostuviese.
La jarra
Déjame llenar de leche
el oscuro foso de esta jarra
de la que desconocemos casi todo
como para que sea ahora otro misterio.
No hay quién asegure
en qué horno le concedieron
su particular forma griega,
ni quién pudo colocarla en la cocina
hace más de cien años
cuando ninguno de nosotros estaba.
Permíteme llamarle mi jarra
y desplazar mis labios en su borde.
Sentir el frío que transpira la porcelana
con dibujos de ingenuos trazos
que simulan los de un niño (tan frágil)
que le temblaba la mano.
Cierta puesta en escena
Bajo la luz tenue de un escenario,
dos hombres se desnudan
y una mujer muestra sus senos espléndidos
que sostienen uvas moradas.
Un soplido devuelven: ah, ah, ah.
Algunos se inquietan,
simulan observar la desnudez con naturalidad.
No son cuerpos perfectos, cuerpos para admirar
y eso de algún modo es osado.
Al centro del escenario,
uno de ellos asegura estar perdido.
La mujer, inclinada por el peso de las frutas,
asegura quererse perder.
El otro, por último se pone de espaldas,
sin pudor de sus nalgas flácidas,
a las que el público puso atención
como si estuvieran destinadas
a pronunciar el siguiente parlamento.
Finalmente alguien aplaude
(de seguro el director de la puesta)
y todos, con mayor o menor destreza lo imitamos.
La vanguardia, la vanguardia, dice alguien
admirado de haber contemplado
tres cuerpos desnudos.
Viajo la isla
Salgo de una ciudad a otra ciudad,
como la amiga inglesa por toda Europa.
Falta en mí la costumbre de enviar tarjetas: nadie las espera.
Atravieso la inmóvil sombra de la maleza
y por las hendijas de las pequeñas casas
veo ascender la espuma de la leche que hierve,
la mujer descalzando a su hombre
como si ese simple acto pudiese borrar su cansancio,
los niños dispuestos a envejecer sus dedos
en los charcos de agua que un relámpago alumbró.
Extraño la armonía de estos pueblos
que ni siquiera necesitan estar en un mapa.
Viajo dejándome acompañar por el olor de la hierba húmeda,
bajo un cielo neutro que se palpa gracias a la lentitud del tren.
Viajo la isla como la amiga inglesa por el continente:
leyendo nombres que nunca memorizo.
Omisiones de la memoria que nada significan.
Santa Clara, 2006
Del lado más confiable de la calle
voy abriéndome paso entre el aliento de los vendedores
aferrados a sus ristras de ajo, entre las columnas
que contienen la masa de aire horizontal.
Sin librarme del calor,
recorro el mismo camino de los árboles
mientras caen las hojas arrugadas por el fuego.
Las aves se tornan silenciosas como el día.
En los bancos de granitos están grabados los nombres
de los que fueron mis parientes:
Café el Gallo, Cigarros el Jefe,
vicios que ahora no puedo costearme.
Sus nombres en esas lápidas me conmueve.
La mugre de la ciudad, con las huellas de todos los ciclones
que nos han atravesado, me conmueve.
Ahora las calles los muestran los ruinosos edificios
conservados en las fotos de mis padres.
Converso conmigo mismo:
abstractas, terribles imágenes por las que fluye
esta severa vida que me ha tocado.
LA PIEDRA
LOS AFECTOS
Reúno estas palabras para cuatro personas,
alguien más puede cazarlas al vuelo,
oh mundo, lo siento por ti,
no conoces a esas cuatro personas.
EZRA POUND
Parte de vida
Mi madre está muriendo en mis brazos.
A veces me falta destreza para acariciar un rostro
muy diferente al suyo;
sin fe, ni amor, sin rencor alguno.
De nada vale el supuesto equilibrio de mis pies,
los rudos brazos
entrenados para todo tipo de labor
para hacerme cargo del peso que acrecienta su desvanecimiento.
Escucho sus palabras pronunciadas sin aparente lógica,
a veces sin sonido, ni perseverancia
porque alguien más las escuche.
Puro disparate de quien está segura de haberlo dicho todo
en su preciso momento.
Voz que llega desde el otro lado desconocido
en el que decidió despedirse de espaldas a mí
y a todos.
Mirando con los ojos fijos a ese otro punto del vacío
en que ahora se acomoda
dispuesta a renunciar a todo
lo que hasta hace poco hizo saber le pertenecía.
Ayer, extraño decirlo, me confesó no quería morir.
Lo dijo deletreando las letras
para que en mi turbación no hubiera dudas de su deseo.
Eso sucedió apenas ayer
y ahora en un evidente cambio de estrategia
se dispone a marcharse sin apego alguno por cuanto deja,
sin concederse volver la cabeza atrás,
sin levantar la vista de ese otro lado
al que lentamente va accediendo, mientras sigo intentando
preservar la sombra de la que fue mi madre.
A la vuelta de los años
Hice una vida para entregártela,
una vida en la que sería imposible no coincidir,
en fecha detenida para siempre.
La ubiqué bajo la soledad de un cielo
que estuvo sin rumbo
sobre ciudades de las que alguna vez nos comentaron,
o descubrimos por azar en un libro,
o en boca de quien está predestinado
a revelar la duda.
Traes en tus manos un ramillete de lirios,
la vista fija al poniente, en la planicie de espigas
que caerán convertidas en otra sustancia,
quizás en forma de agua tibia
como residuo de un meteoro rendido en otoño.
Desde el balcón de casa alguna que otra vez
contemplamos el occidente
mientras el roce de mi mano aminora tu aflicción.
Cerca de nosotros se empina el árbol
a todas luces incapacitado del esplendor.
Próspero en flores que están por recibir un nombre
y apenas se entregan a una precipitada caída,
se marchitan
cubriendo el trillo hollado por los escarabajos
cuyas rutas hemos seguido con cierta discreción.
Por encima los extintos rayos del sol ocultándose
en una gruta a la altura de Dios.
Inclemencia que se avecina, aire escalonado
imposibilitado de apagar una llama
que expira las palabras que ganaron el eco necesario
para ser escuchadas en la distancia.
Estoy doblado sobre un cielo que parece infinito,
y en el que alguna vez intenté sujetarte con fuerzas
para que contemplaras las estrellas
que desde entonces juré serían tuyas para siempre.
Arístides Vega Chapú Santa Clara, Cuba, (1962) Poeta, narrador y promotor cultural. Es considerado una de las voces esenciales de la llamada Generación de los Ochenta, y, en consecuencia, sus obras han sido recogidas en importantes antologías publicadas en Cuba, 1 España,2 Estados Unidos,3 Canadá y Venezuela. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) desde 1988. Vicepresidente de la Sección de Literatura de la Filial Provincial de la UNEAC en Villa Clara y Coordinador del Círculo de la Crítica desde el 2004 al 2006 Desde 1985 hasta 1990 se radicó en la ciudad de Matanzas donde laboró como programador de actividades de la librería “El Pensamiento” donde creó el proyecto de la Librerías Ateneo y desde 1988 a 1990 presidió la A.H.S. de la provincia de Matanzas. Actualmente labora en el Centro Prov. del Libro y la Literatura de Santa Clara como promotor cultural. Es anfitrión de la tertulia Café Contigo que se desarrolla mensualmente en la sede de la UNEAC de Villa Clara y sostiene un espacio en la radio, en el programa Hablemos, que promociona las novedades editoriales de los principales autores del país y conduce las tertulias de los Comunicadores, La Hora de la verdad y Nosotros los vivos, un espacio para estimular y reconocer a los escritores con resultados notables. Dirige desde 2007 un Taller de Creación Literaria en el municipio de Placetas y junto a los escritores Ricardo Riverón Rojas y Jorge Ángel Hernández Pérez un Taller de Creación Literaria en la Universidad Central de Las Villas.
Obra
Poesía:
Últimas revelaciones en las postales del viajero, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1994.
Finales de los años, Editora Abril, La Habana, 1994
La casa del Monte de los Olivos, Editorial Unión, La Habana, 1996
Retorno de Selím, Editorial Sed de Belleza, Cienfuegos, 1998
El riesgo de la sabiduría, Editorial Capiro, Santa Clara, 2000
De lo que se supone, Editorial Nave de Papel, México, 2001
El signo del azar, Editorial Capiro, Santa Clara, 2002
Días a la deriva, Reina del Mar Editores, Cienfuegos, 2003
Mensajes del pan, Ediciones Orto, Granma, 2003
Sagradas pasiones, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2005
Dibujo de Salma, Editorial Capiro, Santa Clara, 2006, y Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2008
Que el gesto de mis manos no alcance, Antología personal, Editorial Unión, La Habana, 2007
Después del puente, sobre las aguas, Ediciones Matanzas, 2007
Narrativa:
Soñar el mar, Novela para jóvenes, Editorial Capiro, Santa Clara, 2004
'Te regalo el cielo, novela para jóvenes, Editorial Cauce, Pinar del Río, 2006
Un día más allá, Novela, Bluebird Editions, [Estados Unidos de América]], 2008
Obras suyas aparecen en las siguientes antologías:
De transparencia en transparencia, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1993.
Poetas cubanos actuales, Ateneo de los Teques, Venezuela, 1995.