SEGUNDA ENTREGA
EDITORIAL
CONTRA LA COMUNICACIÓN PERSE
“Descomponiendo desautorizadamente un prolegómeno de C.D Loyola – porque nos da la gana– decimos: que llegará el vendaval de invierno de las hemiplejias, las trombosis, las embolias o el cáncer tronante con su viejo cuerno negro y atragantándose de médulas tristes, aullará y agonizará aquel que poco tenga en la imaginación, aquel que tan solo nutra su quehacer de lo fenoménico y lo instantáneamente acontecido. Aullará, no más aullará el escorpión desnudo.”
...¿La poesía es comunicación? Parece ser la pregunta fundamental en el siglo XXI, porque a pesar de haber más lectores alrededor del mundo no se escribe mejor poesía, o dicho de otro modo, los poetas han renunciado al lenguaje poético, al empleo de una lengua más simbólica. Es más, los poetas desisten del símbolo y de la analogía. Son un problema. Nadie los entiende, son excesivamente complicados para un lector postmoderno que vive en un universo desacralizado. Los poetas temen que los lectores ampliamente alfabetizados, pero con poca sensibilidad poética no comprendan poemas crípticos o laberínticos. Claro, muchos dirán que los poemas oscuros y abigarrados no son necesariamente buenos, pero tampoco los poemas sencillos. En esta paradoja se debate el poeta moderno: escribir con las palabras más simples para llegar al mayor número de lectores o escribir con el afán de crear una obra abierta a la interpretación del lector. En nuestro siglo, parece que la primera opción se ha impuesto ampliamente en las editoriales estatales y privadas, comunicar a toda costa es el grito de un público que pide emociones rápidas y efímeras. No hay tiempo para pensar, no hay tiempo que perder en las elucubraciones absurdas de un poeta. Se necesita digerir el poema como se digiere una hamburguesa y pasar al próximo bocadillo, para sentirse satisfecho de haber leído...
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