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NADA DETIENE LA CAÍDA.

5 TEXTOS DE SAMUEL TRIGUEROS

ilustraciones de Héctor Hernández 

A FRONTE PRAECIPITIUM A TERGO LUPI

 

 

Entro a la noche de tu mudez, de tu desnuda negación,

donde la abeja deposita un polen de tinieblas

para el devocionario de la ausencia.

 

Entro a la noche, a su bajel calafateado en que las moscas

celebran funeral perpetuo para la utopía.

 

Entro a la noche, a pesar del delirio

de las horas que penetraron en luminosas cuchilladas

hasta la médula de la necesidad y del deseo.

 

Entro a la noche. Soy el astronauta desolado,

el pastor de las constelaciones cuya frontera

está en las líneas de tu mano.

 

Entro a escribir una epístola imprecante

al guardagujas incorruptible de la muerte.

 

Entro a la noche a bendecir con mi traje de llamas

la indómita floresta del cierzo.

 

Entro a la noche, como a los intestinos del cadáver

sepultado en el corazón secreto de tu patio.

 

Hago girar tu nombre en sílabas y entro al abismo

con mi lámpara de quásar.

 

Estoy cauterizando el aire que dejó el censor de los abrazos.

 

Te voy a perforar la piel con luz,

como un huésped que transparenta con palabras

las paredes del misterio.

 

 

DEUS EX MACHINA

 

 

Entonces,

para sobrevivir al hoy,

¿cuál es la intensidad propicia

para tirar las "diablas"?

¿Hay música incidental para esta parte?

¿Cuál es el texto?

¿Qué dice el guión

o ese trío de golpes en la puerta?

 

Cierro los ojos para ver la realidad.

Cuando amanece

entro de nuevo

al bosque de espejismos.

 

De tal manera vivo

(y muero).

 

Entre más de mí construyese,

más desaparezco.

 

 

ASÍ EN EL CIELO…

 

 

En el aire cargado de continentes fríos

reconozco una fracción de la existencia:

revelación que, inaceptada,

cruza y desgarra:

               nada

               detiene

               la

               caída.

 

Estratocúmulos de recuerdos

se manifiestan con desmesura y esplendor.

 

El contenido de una nube

disipa el espejismo del paisaje

con maestría plúmbica:

escama vertical, rayo constante.

 

La lluvia existe sólo como ejemplo.

La muerte es su corona.

 

Toda resurrección es parte de este ciclo.

 

 

CETRERÍA

 

 

Cruza la nave. Cruza el ave. Toca su sombra

el cuerpo abajo. Cruza la sombra de la pluma

en la existencia demediada. Carne abajo en la sombra.

Arriba el vapor tenue de los años.

 

Empuja el viento a la tarde por un acantilado.

En el fondo la música. Su negra espuma. Mirtos

por el rocío de los sueños doblegados, ayunos de futuro,

saben de la esperanza sin presupuestos asignados.

 

El corazón suma su terquedad a lo excavado, rebate

la profundidad del hurto. La hediondez de la miseria

tiene la misma estructura del perfume. A los dos

alegoriza en fuego el poema que cubre los cadáveres.

 

Un cernícalo entra como un rayo. Penetra a diario

en su jardín de sangre. Hay música

en las nubes, sin embargo. Hay un propósito

en los giros de la pluma o la navaja.

 

Contrapicado blanco.

La carne es música podrida en el pasado.

Aloja el cráneo lo amargo inevitable.

Hay tiempo. Pasan por alto corceles

de vapor electrizado. Islas de sombra

flotan en el aire. Vertiginosas muertes emplumadas.

 

Hay un proyecto de verdad en la ascensión de los geranios.

Sin embargo, pierde aves la sombra abolida en las terrazas.

El sol contempla la masacre.

El corazón insiste y se hincha de esperanza. Falta

La concesión del aire para apagar los rayos. Para volver

Las gotas del jardín vaporizadas.

 

La epifanía es el aroma de un instante.

Después ingresa en catafalco la carroña

y el fisco hace su jugada.

El sándalo de la mirada cae

en la geometría muerta de su sombra.

 

Y voy soñando una música,

una estructura que no acabe

bajo la sombra herida de los cielos,

al borde pasajero de la sangre.

ADIÓS A TODO ESO

                                                                        A Robert Graves

 

 

Menos florido, sin olivos, sin blancos perfiles de horizonte,

sin la súbita luz del mar, sin mar,

bogando los vacíos, he llegado al fin

hasta la isla de mis sueños.

 

Un continente mayor, oscuro, he dejado.

El corazón, cortadas sus amarras,

a la deriva en la implacable marea de los días y las noches.

En el pequeño navío de mi mano

está el cadáver transparente del pasado.

 

Atravesando el ruido de la estática, llegan noticias

de que estuve al frente, mas nunca comprendí

los delirantes campos de batalla,

hasta ahora que las heridas me devuelven a la isla.

 

Nada hay que corregir. Fue así.

Para otros el peso de todas las medallas, para mí la paz.

Viste despojos colgando de las alambradas,

pero ignoraste la lenta despedida.

 

Un poco de comercio, un poco de arte,

estirar con vigor el cable de la sangre: vanos intentos,

vanos todos;

tan sólo juvenil candor, anécdotas sabrosas

alrededor del fuego.

 

Encima del sendero haré mi casa lejana.

Dormiré junto al río Escamandro.

Aquella que se acerca,

¿se vestirá de rojo, de púrpura o azul o de blanco purísimo? 

 

Ratas roerán las cuerdas de mis arcos, más nada importará:

la guerra habrá pasado, la vida habrá pasado.

Solo estará, y en paz, al fin, el rústico anfiteatro.

 

En lo más alto de la isla (a un lado de la iglesia),

las páginas sin mancha, la silenciosa Albión

-los más callados y respetuosos lectores

que jamás habré tenido-,

dirán tan sólo dos palabras:

 

hubo poesía.

.............................................

Samuel Trigueros Escritor y editor nacido en Honduras. Actualmente vive en España, desde donde mantiene una intensa actividad literaria como presidente de la Asociación Poética Aragonesa Bonhomía,  director del Festival Internacional de Poesía de Aragón (FIPAR) y coordinador del Taller Internacional Helecho Poético. Su participación en plataformas artísticas de lucha social y en defensa de los derechos humanos lo colocó desde 2009 en el radar de los aparatos represores del Estado hondureño, por lo cual ahora forma parte de la diáspora hondureña. Entre sus publicaciones están: El trapecista de adobe y neón (Poesía, narrativa), Animal de ritos (Poesía. Premio Víctor Hugo 2003), Antes de la explosión (Poesía), Me iré nunca (Narrativa. Premio Mirando al sur 2009), Exhumaciones (Poesía), Una despedida (Novela breve), Retrato con una gota de ámbar (Narrativa. Premio Acercando Orillas 2018, España) y Una canción lejana (Poesía). Incluido en: La palabra iluminada, Panorama crítico del cuento en Honduras, La hora siguiente, Versofónica, La herida en el sol-Poesía Contemporánea Centroamericana (México), La minificción en Honduras, Papel de oficio, Cordite (Australia), Gatimonio, 15 poetas hondureños contemporáneos-Los trabajos de los tiempo (Ladrones del Tiempo. Bogotá), Doce cuentos negros y violentos (Editorial mimalapalabra), entre otras.

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