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5 TEXTOS DE NELSON ALONSO Ilustraciones de Gabriel Agares

BIOLOGÍA DE LOS PECES

Un dibujo, un cuento y se desataron los peces:
las tilapias y su capacidad para cambiar de sexo
           me hicieron pensar que vos y yo también somos tilapias.

Nos reproducimos para morir olvidados,
y pensamos que el pasado es mejor
aun cuando la vergüenza tiene un carácter demasiado público.

O eso pensás creer…

La respuesta nunca estuvo en acostumbrarnos al derrumbe:
el océano tuvo la rutina de casi siempre ahogarnos.

Y entonces vos decís que en aquel momento cerraron la universidad,
que los revolucionarios de las llantas quemadas la cerraron,
           que la piscigranja terminó completamente vacía
y que luego unos travestis corrieron hacia vos.


Dijiste qué susto porque nunca habías visto unos travestis semejantes:
                       ahora sabés que son como nosotros,
que nosotros también somos acuáticos.

Entonces hablaste sobre cómo te ayudaron a no perder la nota,
a comprobar si las tilapias habían aguantado veinte días sin comer.
Pobrecitas, se multiplicaron tanto
           que no crecieron lo suficiente
                                               y nadie las compró por pequeñas.

Ahora me mirás y yo te miro el océano,
miro tilapias y cambios en una subversión de agua.

Por lo visto ya es tarde y de pronto me pregunto:
¿cómo es posible que un cuento desencadenara el laberinto
                       en el día más difícil para la biología de los peces?

Y nadie responde: el cuento no hizo nada, tampoco el dibujo.

Y nadie más responde: nosotros no hicimos nada
                                   y ahora somos pescado.

A LOS CAMINANTES ETÍLICOS

Para Josué Andrés Moz, Fredy Tato Mejía y Alberto López Serrano.

I saw the best minds of my generation destroyed by madness.

 

—Allen Ginsberg

                          — I —

ignoro el tictac del reloj de aguja
siempre me oprime el sonido de la calle
afuera es de noche y se nos ilumina el paraíso
Whitman rompe el mutismo con maestría de esqueleto
todo regresa con un verso a la superficie
hago de mi camino un laberinto y nada conozco
este domicilio nos redime de la caída
bienaventurado entonces el que entiende mi flor y canto
estoy por confesar la duración de mi mundo
sucede que una sed terrible me quitará la palabra
todavía la ciudad nos espera y mi silencio tiene prisa
mientras tanto vamos a casa porque estoy a un grito de la existencia
ignoro caminantes el despojo de los autos
nunca pregunto si estos pasos van a dar al mismo infierno
declaro sobre la marcha el inicio de la tormenta
sin embargo la inclemencia aún no deja mis intestinos
osculum obsenum de mis manos para el disparate
fuimos cuatro los caballeros
muertos sumamos siete millones
y la ciudad nos defiende como un vientre primitivo
grandes son los designios del señor en el polvo
el camino descubre la venganza del grano
nunca esperé recibir algún perdón en el permiso
esta noche subo por las gradas de la muerte
Roque nos insulta porque es hora de la ceniza
arde caminantes el obstáculo de la locura
toda la existencia se resume en este trago
 

                         — II —

Ignoro lo que nunca se apaga
oscuridad oscuridad oscuridad oscuridad
nos conocemos desde la música
deambula por mi cabeza cada que puede
escarba presentimientos de un temor
sirve como alborada para los caminantes del peligro
trama una calumnia en mi contra el sufrimiento
resguarda entre su luna mi ceguera de astros
oh bendita oscuridad de autobiografías del abstemio
yace sobre mi fortaleza un no retorno a casa.
 

                          — III —

Existo por la excusa de una llegada:
desde la piedra más rupestre hasta mi rostro, conozco la caída.
Brota la combustión mientras se transforma en incendio
y mi vientre desaloja lo perdido en esta página.
Muchos caminantes alargan lo último del suspiro:
andan en la búsqueda para jamás volver sobre sus huellas.
Dan vueltas al infinito con parpadeos que niegan raíces:
nunca han conocido el terror y la ternura.
En la ciudad de mi poema transita lo siempre verificado:
siento alcohol, silencio, un beso de plomo.
Significa penitencia, significa locura, significa lo que sea
                                                           porque todo lo he perdido.

SUENA EL TELÉFONO

Madre, los cigarros que encontró en mi mochila son míos.
No sé desde cuándo,
pero siento la nicotina sobre mis pulmones y duele.
Por eso:
si necesita regañarme,
si necesita decir que soy igualito a papá
puede repetirlo las veces que quiera.
Nunca tuve la oportunidad para disculparme por mi ADN,
para confirmarle que mi respiración atesoró los vicios paternos.
Probablemente me parezca a quien jamás preguntó por su hijo,
a quien supuso que los padres
                       pueden tener dos o tres familias de reserva.
Tal vez muera, igualmente, en algún autobús en mal estado
o termine en una cuneta que manifieste mi poesía.
Sí, madre, los cigarros que encontró en mi mochila son míos,
también el rostro de mi padre me pertenece.
Estoy consciente de su guerra cotidiana,
de su furia al repetirme que no cometa los mismos errores.
Madre, hoy más que nunca, la extraño...
hoy más que nunca quiero que corrija mi camino.
Afuera el mundo quema de distancias:
suena el teléfono
           y por un segundo
           los cigarros solo fueron la excusa
                                               para escuchar su voz
                                                           una vez más.

 TRICOLOR

                                                      Para El Salvador.

 

Escrito coagulado de libertad,
trabajo de pobreza que llora por los poros:
unión es una calle donde grita el conflicto,
donde la tristeza hace perforaciones sobre chiqueros
y presume banderas con franjas ideológicas.

Nunca una visión de tuertos conocerá el sudor o la sangre,
           tampoco pondrá como primero un suelo que agoniza.

VEINTICUATRO 

(Escrito en 2019, en conmemoración de los 24 años de la caída en combate del poeta salvadoreño, Amílcar Colocho)

 

El suelo heredará sus huesos
para testimoniar que nada tuvo.

 

—Amílcar Colocho.

Veinticuatro:
número para clausurar tus ojos,
cantidad insuficiente para volver a la tierra.

El retorno es el sueño de tu palabra,
aunque nadie sueñe,
aunque tu vida se desbarate bajo la lluvia.

En nuestro siglo de nuevas ideas
la paz es un cuerpo arrastrado por la calle,
una autoridad que se arranca las manos a propósito,
un pronunciamiento con olor a muerte…
y la guerra continúa,
los bandos ahora son distintos:
hay tanto por señalar para conocer la caída
y tan poco para resistir entre aires de primer mundo.

Veinticuatro,
veinticuatro años compañero,
           y apenas hemos comprendido
           el auténtico significado de tu montaña.

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Nelson Alonso (El Salvador): 11 de agosto de 1997. Estudió Licenciatura en Letras en la Universidad de El Salvador (UES). Escribe poesía. Sus poemas han aparecido en diversos espacios físicos y virtuales. Está a cargo del proyecto de difusión poética Una verdad sin alfabeto. Aún no publica.

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