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LA OQUEDAD EN EL REINO DE LOS MURMULLOS A PROPÓSITO DE ESCLARAMONDE DE FREDY TATO MEJÍA



Permaneceré velada... ¡él no podrá verme!

(con placer y energía) Por medio de caricias ardientes... de besos apasionados... encantaré su corazón y perturbaré sus sentidos... él conocerá por mí una embriaguez nueva... nunca deseará otra ternura más que la mía... ¡Sólo yo reinaré en su corazón encantado!


ACTO I

ESCLARMONDE



Conozco, podría decir que conozco con cierta proximidad la evolución de estos textos fragmentados que Tato Mejía nos presenta de forma amalgamada bajo el –poderoso, femeninos y sugestivo– título de ESCLARAMONDE, finísima variación propuesta desde su particular licencia poética, y que nos remita de entrada, a La dama blanca Esclarmonde de Foix, o a los poderes mágicos de la emperatriz de Bizancio o a la joven que se niega a pronunciar el «sí» en su boda lo que luego la llevará a la condición de hipergamia. Símbolos claros o referencialidades trabajadas y propuestas directamente por el autor desde el titulo del poemario.


La disposición arquitectónica y estructural de esta colección de textos, la forma que elige el autor para distribuir este trabajo, nos remite de algún modo al demencial llanto de Hölderlin aullando desde la torre del carpintero ante el evidente NO RETORNO de su Diotima; a Dánae, la madre de Perseo, encerrada en la torre de bronce; y a Cristo en el suplicio vertical de su Cruz.


Hay una suerte de ecos del dolor en esta colección de prosa poética que habla de oquedad y sufrimiento, de vacío y suplica, de devastación y desamparo del espíritu. También hay algo de orfandad en ciertas reminiscencias o evocaciones de un niño que fue y que hoy, quizás crecido, se halle extraviado en el LABERINTO-MAR de la inconsciencia.


Párrafo tras párrafo, entre líneas, estos versos nos murmuran sobre el desamparo de la condición humana, donde el autor sin decirlo de forma clara, hace que silbe la ocarina en los vientos del Nihilismo, como abordaje o aproximaciones a la nada y al No Ser. Nihilismo como propuesta del desgaste, como la consunción en la experiencia continúa de la condición humana, como la falta de conexión, como la ruptura del cordón umbilical. [Nuhil–Nada] – [Ne-ilum–sin hilo]


Deterioro y orfandad, lo que Sigmund expresaría como sentimiento de desamparo infantil y Heidegger como condición de intemperie de las existencias verticales, en donde lo humano está ahí, sobre la tierra, bajo el cielo, en compañía de los otros y a la espera de los dioses, mientras Cronos el devorador, hace su trabajo.


–DEGRADACIÓN DE LA MATERIA COMO SOPORTE–. Suplicio y suplica, agonía y tribulación, murmullos de voces interiores, asecho, cruz y crucifixión, y por tanto, UN CRISTO agonizante amparado a la energía de lo –MATERNO—FEMENINO– pero negándose al consuelo. Hay Torre y Cruz como formas de construcción, que adoptan lo vertical como definición.


..Sube hasta este cuarto entre helechos, Esclaramonde. / Sube hasta este hueco en la palma abierta de Cristo… Nos dice el poeta.


..Desde que abrí los ojos veo esa ventana hacia el salto eterno, hacia la oquedad paterna…


Interpretación «degradada» de todo edificio como cuerpo humano (puertas y ventanas, aberturas, columnas, fuerza) o, espíritu (sótanos, inconsciente; buhardillas, cabeza, imaginación).


La cruz como castigo y expiación de la culpa, la torre como forma de encierro y aislamiento. Ambas estructuras con capacidad de contener y sujetar lo humano en su dimensión espiritual o carnal.

Pero, hay más. ESCLARAMONDE es un hábil y premeditado manejo de elementos simbólicos que resuenan a lo largo de todo el poema. También el poeta nos ofrece un bestiario ajustado a la narrativa propuesta, desde el cual nos invita a la indagación, a la búsqueda, más allá de la obra toda; obligando al lector a desempolvar su acerbo meta referencial, si se quiere entablar un diálogo serio con la obra, si se quiere un encartamiento que permita, ¿por qué no?, una re-significación que de-construya el universo propuesto por el autor y genere otros universos posibles desde el imaginario del lector.


No podríamos, aunque quisiéramos, hacer en el poco espacio que ofrece un artículo un análisis exhaustivo del arsenal simbólico con el que nos asalta Mejía. Bastara decir por ahora que el poeta nos propone a través del relato un intrincado juego de sentidos y significados. Va dejando una suerte de pesquisas y claves enmarcadas en una atmósfera META/REFERENCIAL en donde lo que opera es que, lo propuesto por el autor, conecte con otros texto y otra ideas de la literatura universal.


Por otra parte, Mejía echa mano y se decide por LA TORRE. Traslada hábilmente esta especificidad arquitectónica al poemario, proponiéndole al lector una contundente columna de textos dispuestos a modo de robustos adoquines sensoriales, y de este modo, formula un signo determinante, que expresa la elevación de algo, o a la acción de elevarse por encima de la norma. La Torre, pues, como un símbolo primordialmente ascensional.

El poeta constantemente apela a la ventana como recurso, lo que nos recuerda simbólicamente la posibilidad del entender, de TRANSIR a lo exterior y a lo lejano. Torre como elevación y ventana como conciencia, dos elementos que integrados remiten a la iluminación espiritual.

ESCLARAMONDE no es un poemario fácil de digerir en una primera y única lectura. Hay en estos textos una portentosa y extenuante carga reflexiva, pulidamente enmascarada por el autor y estructurada en función de una musicalidad amigable y sonora que dota a la propuesta de una cadencia rítmica llevadera, llana y fácil de recorrer, pero que esconde un complejo armazón conceptual mediante el cual el “yo poético” interroga y se interroga, para formular y acentuar la línea argumental.

El poeta requiere construir un MUNDO/UNIVERSO, poblado de entelequias, de criaturas, a veces tangibles, a veces etéreas, mediante las cuales va exponiendo la tormentosa emocionalidad de la voz poética. Para lo cual: el autor recurre a una incorpórea e intangible propuesta, mediante el montaje de un tríptico conceptual tres veces dual. [Ego/mujer] + [Cristo/muerte] + [la voz del poeta / temporalidad de yo poético], elementos que condensados podríamos establecer como: [TORRE /CUERPO]+ [CONCIENCIA / ENCIERRO] + [RAZÓN + CALMA]

Entonces surgen las interrogantes: ¿De quién el cuerpo?

¿De quién la conciencia?, ¿De quién la razón? Y Dice el poeta:


…Porqué me gangrena un batallón amorfo de soliloquios / porqué me penetra la jadeante necedad de tus ojos..


…Encontré tus 15 brotes de hierba mientras escarbaba un castillo al revés / mientras descubría un sepulcro arañando tus labios...


Y continua más adelante:

….Por la mañana vienen pájaros a picar mis sueños….


Al examinar y centramos en estos tres fragmentos, podemos intuir algunos dispositivos o referencias. El primero remite a La conciencia como voz interior y a los ojos como luz. El segundo a brotes de hierba como renovación o potencia de vida y el escarbar o remover a tumba o sepulcro. En el tercero, nuevamente, hace referencia a la luz en el caso de la mañana, pero contrapuntea esta alusión a la claridad con la utilización iconográfica del pájaro, lo que nos remite simbólicamente al ángel, el ángel y el vuelo, al vuelo y lo ascensional.

En los Upanishads, entenderíamos al pájaro en su significación del alma, la cual está contenida, encarcelada en el cuerpo; en el simbolismo egipcio, Ba, el pájaro androcéfalo, nos remite también a la esencia que se liberará del cuerpo cuando llega la muerte; en el apocalipsis bíblico, aquello que viene a retener y seducir al alma, serían las ciudades decadentes haciendo referencia a Babilonia en donde la urbe se configura como una jaula y esta como “la prisión de los espíritus” –torre elevada con ventanas por donde entran y salen pájaros o torre hueca –la oquedad, significación del abismo, de lo profundo, de lo inferior, lo terrestre, lo marino, lo cósmico–; entrañas de una montaña para los celtas, el fondo del mar o de los lagos en la cultura oriental japonesa.

Situaciones que encontraremos se expresan durante casi todo el desarrollo de esta pieza poética y que reafirman el carácter existencial propuesto por el autor.

Por tanto, estará siempre el lector sometido a una clara tensión entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, y más significativo, en este caso, a la luz y la sombra, al alma y la materia. Sometido a un constante debate interior, al cual el autor le construye un espacialidad concreta que denomina OQUDAD, término que sin titubeos nos coloca frente a un ramillete de significaciones simbólicas, duras y claras, pero además compartidas y coherentes desde distintas interpretaciones. La más común sería la oquedad como lo hueco en el interior de un cuerpo sólido, también nos remite al aspecto abstracto de la caverna como inversión de la montaña. En otras significaciones, la oquedad apela a la morada de los muertos, alude también al recuerdo, al pasado, a la madre y el inconsciente.

La torre y su ventana, la torre y sus cimientos, la torre y su cavidad interior. He ahí el arquetipo construido por el poeta para proponer la psico-emocionalidad del Yo lírico que siente y observa.

En lo alto de la torre, la ventana es como mirar, ver o conocer (como saber, pero también poseer). Sin embargo, desde otro ángulo, la mirada es, como los dientes, la barrera defensiva del individuo contra el mundo circundante; las torres y la muralla, respectivamente, remiten a la «ciudad interior».

De igual modo, en el simbolismo de la torre cabe hallar una ambi-tendencia. Su impulso ascensional iría acompañado de un ahondamiento; a mayor altura, más profundidad de cimientos. Y esto nos remite a Nietzsche cuando expresa que se desciende en la medida en que se asciende. Y también Gérard de Nerval, en Aurelia nos dice:

«Me hallaba en una torre, tan honda en sus cimientos, hundidos en la tierra, y tan alta en su vértice, aguja del cielo, que ya toda mi existencia parecía obligada a consumirse en subir y bajar.»


Se podría seguir indagando y especulando mucho más sobre la propuesta arquetípica y simbólica que Fredy Tato Mejía nos ofrece desde, este su primer libro, ESCLARAMONDE.

Al final solo queda decir que estamos frente a un poeta del nuevo del ecosistema literario salvadoreño, que rompe valientemente, pero más importante, inteligentemente con todo registro de las nuevas promociones de la poesía joven cuscatleca. Se atreve y lo logra. Lo logra porque no hay poses, ni posturas en su trabajo poético, sino dedicación y cuido del lenguaje, búsqueda en los referentes inmediatos de su entorno cultural, hallazgos conceptuales en el procesamiento de los real ficcional.

En fin, un poeta dedicado y fino en el tratamiento de su quehacer y sus búsquedas, que se avoca a los grandes temas de la literatura. La muerte y la resurrección como temas asociados o relacionados con la idea de ciclo, de involución (progresiva materialización) y evolución como espiritualización y retorno al origen desde donde aborda la simbolización del dolor y la angustia. Diríamos para cerrar:

…“Existe una «noche del alma», es decir, unas «tinieblas superiores». El mar simboliza la inmensidad misteriosa de la que todo surge y a la que todo torna”

y parafraseando a un viejo poeta , ya casi extinto:


«Cuando la luz y la sombra se conjugan en un individuo, ronda el genio.»





Melvyn Aguilar

El salvador

Octubre /2020

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