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POESÍA E IDENTIDAD


RINCÓN LITERARIO

Osvaldo Sauma

poeta y periodista

Yo era un mal estudiante pero un buen lector, amaba los libros y con avidez devoraba sus páginas. Pasé mi primera infancia sin televisión, y aferrado a los programas de la radio, construí un mundo al antojo de mi propia imaginación, además cargaba conmigo esa necesidad de abstraerme contemplando las transparencias de la nada o ladrándole a la luna.


Gracias a esas fugas frecuentes, me echaron del Colegio la Salle y luego del Colegio Calasanz. Tenía que llegar al Liceo José Joaquín Vargas Calvo. Dejar atrás la enseñanza para señoritos y empezar a convivir en un colegio mixto, donde las mujeres iluminaban el aula y donde también la mixtura de las clases sociales, me hacían comprender las vivencias de los que estaban lejos del Country Club. Gracias a ese cambio de instituciones, me reencontré conmigo mismo y desperté de su somnolencia, a la voz que está dormida dentro de cada hombre. Así llegué a la poesía más por ósmosis, que por búsqueda personal.


En un país que careció de vanguardia, en Centroamérica, solo Nicaragua la tuvo, se hace difícil tener identidad, más en este país, que mucho de isla tiene y donde no abunda la solidaridad, hubo, en mi caso, que aferrarme a la gran poesía nicaragüense y por supuesto también a la centroamericana, para sentir las raíces telúricas bajo mis pies.


Las guerras fratricidas en Centroamérica en los setentas y EDUCA (Editorial Universitaria Centroamericana) contribuyeron a darnos identidad y a revivir los sueños mesoamericanos. ¿Quién no se leyó en Roque Dalton? Ese hermano mayor, vivo ejemplo de la insurrección, junto a los otros que se tomaron a pecho, lo del Pobrecito poeta que era yo y cambiaron su máquina de escribir por un fusil. Hablo de los poetas Otto René Castillo, Leonel Rugama y otros más.


Educa fue una panacea para quienes a tientas nos buscábamos, en este oficio de ciegos tercos, gracias a las ediciones que se publicaron de los poetas clásicos del Istmo: José Coronel Urtecho, Salomón de la Selva, Pablo Antonio Cuadra, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Cardenal, Joaquín Pasos, Roberto Sosa, Chuchú Martínez, Otto Raúl González, Luis Cardoza y Aragón, Claribel Alegría, Eunice Odio, Claudia Lars, Deisy Zamora, Gioconda Belli, Osvaldo escobar Velado, José Antonio Rivas, Manlio Argueta, José Luis Quesada, Rigoberto Paredes y otros y otras más.

También debo hacer mención a una Antología que fue imprescindible para nuestra generación, Poesía en Movimiento, México (1915-1966), Selección y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis. y que, de alguna manera, nos abrió las puertas a la gran poesía latinoamericana. A esos grandes continentes poéticos de lengua hispana que se propagan por toda nuestra geografía: chile, argentina, Perú, Uruguay, Nicaragua, Cuba, Colombia y un largo etcétera.


Claro que, para alcanzar la identidad a través de la poesía, no basta con lo cercano del terruño, pues también lo lejano es parte de nuestro imaginario. Es decir, Igual me leo en Tu Fu, como en José Emilio Pacheco, en la poesía náhuatl, como en Cavafis.


Constantino Cavafis, poeta grieg.


La poesía, según Leonard Cohen, viene de un lugar que nadie controla y nadie conquista. Además, digo yo. Ella no tolera los encasillamientos, viene de lo universal y toca sus trompetas en silencio.

Por otro lado, y en medio del transitar de las circunstancias, fui a Europa detrás de una bailarina de la Escuelade Marta Graham, en Londres, Pero no quiso el destino, ni el embajador de Costa Rica en Inglaterra, ni los padres de la musa, y mucho menos los ingleses que ingresara a esa isla monárquica y soberbia. Me deportaron a Francia, y me pasó como a Henry Miller que, después del trato frío de los ingleses, encontramos calidez en la otra orilla del estrecho.


Legué a España con las tres heridas: La del amor, la de la vida, la de la muerte. Ya no podía volver a ver los acantilados de Dover, mi amada como si fuera un acto de desagravio, me acompañó a Barcelona, un poco dolida, pero con la separación en su mente y en su corazón. Le agradezco a la vida haber compartido con ella y los catalanes asiduos a las Ramblas, La Estaca de Luis Llach, ese himno magistral de la resiliencia humana, y a través de él, conocer Viaje a Ítaca, del gran poeta griego Constantino Cavafis. En Sitges, la Singla, la mejor bailarina de flamenco que he visto, nos paró, a ambos, los pelos del asombro y me adelantó, en mi exilio, la magia de Las Cuevas del Sacromonte.


Después del desamparo de la separación, pensé en volver a casa, incluso llamé a mi tía Zaida a New York para pedirle albergue por unos días, en mi viaje de retorno. Sin embargo, el hacedor de encuentros y desencuentros trazó todas las coordenadas para que me fuera a Granada, con una canción de Agustín Lara, zumbando en la memoria del oído.


Granada tierra soñada por mí / mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti.


Entonces comprendí el porqué de todas las vicisitudes del viaje y la verdadera razón del mismo. La alhambra me confrontó con mi historia personal y lamenté que nadie fuera capaz de defender las altas torres, de ese palacio de abejas y jardines.


Necesitaba asumir la otra parte de mi identidad, reincorporar el Asabis en el torrente sanguíneo y comprender los alcances de mi extranjería. Sentí que Granada seguía siendo mora por todos sus costados y que yo era un moro más, atravesando como ayer, esas calles familiares.

Ya sé que no hay más patria para mí/más que esa patria donde viven mis hijos/sin embargo/poseo una chilaba que cambié / a Mohamed en una calle de Tetúan / y bajo el influjo de esa vestimenta/me supe árabe entre los árabes/y antes de caer deslumbrado/frente a la belleza de la Alhambra/comprendí que preexistían sus prodigios ornamentales/sus arabescos/y cuando por primera vez/supe Gibran Jalil Gibran/ recordé la historia que subyace/dentro del hilo común de nuestro Asabis.

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